Un aporte para el análisis que se viene haciendo luego del resultado de las elecciones legislativas del pasado 26. Son 17 puntos para la discusión en el movimiento nacional.

Por Santiago Liaudat
1.- Antes que acusar, cada uno debe revisar su práctica y evaluar si hizo lo suficiente para evitar este resultado electoral. La autocrítica es el punto de partida para la crítica. Como nos enseñó Francisco, todos tenemos una cuota de responsabilidad. Así que, ¡cuidado con los francotiradores que, desde posición a cubierto, tiran a matar! Frente a esa cultura de la agresión gratuita y el internismo irresponsable, hay que levantar la voz compañera, escuchar la palabra constructiva de quienes procuran caminos de solución.
2.- Hay que tener en claro que no enfrentamos sólo a La Libertad Avanza, al PRO y a los grupos económicos concentrados de la Argentina, sino al poder angloestadounidense. Estamos en una batalla contra actores e intereses que exceden por mucho a los actores locales. Nunca en la historia nacional se había visto tal grado de injerencias: desde el apoyo del FMI y el Tesoro norteamericano para sostener el esquema cambiario y financiero del gobierno, hasta las sucesivas muestras de respaldo político de Trump y el impresionante desembarco del JP Morgan a pocos días de las elecciones.
3.- En estos días aparecerán valiosos diagnósticos sobre las causas del apoyo al oficialismo a pesar del deterioro económico y los escándalos de corrupción. Aquí quiero plantear sólo un principio interpretativo: pensar desde dentro del pueblo y con amor al pueblo. Con eso invito a rechazar los análisis que “ven la cosa de afuera”, habitualmente en tono condenatorio y desde una posición de superioridad moral e intelectual. Incluso, llega a escucharse quien dice que “le da asco el país” o que se siente ajeno en su tierra. Nada bueno puede construirse desde esa mirada.
4.- La aplicación de ese principio tiene como primera consecuencia no ver sólo la negatividad (falta de conciencia nacional, alienación, gorilismo, despolitización, descomposición social, individualización), sino sobre todo la positividad detrás del voto libertario. Para eso hay que sacarse las anteojeras ideológicas, los prejuicios endogámicos y ejercitar la escucha. ¿Qué elementos de verdad hay en ese voto? ¿Qué valores positivos moviliza? En particular, en sectores de jóvenes y trabajadores, que históricamente fueron parte de las bases del movimiento nacional.
5.- En ese sentido, quiero destacar tres. Primero, “encontrar un sentido al sacrificio”. Cuando uno ve el mensaje gubernamental, ese fue el mensaje. Y a estas alturas tenemos que reconocer que esta gente no improvisa en comunicación. Evidentemente, fue una línea estudiada, con anclaje en la realidad social. El valor positivo es la abnegación detrás de una causa mayor; lo que, además, enlaza fuertemente con dos tradiciones presentes en el pueblo argentino: la visión judeocristiana y la cultura del esfuerzo.
6.- Segundo, el miedo a la debacle del día después. Paradójicamente, ver al gobierno tan debilitado, terminó siendo un factor que asustó a una parte de la población, sobre todo, pobre, que temió una crisis económica si el gobierno perdía. Acá el valor positivo es la estabilidad y el orden, aunque precarios, deseables ante la posibilidad de un descalabro generalizado.
7. – Tercero, el proyecto de país, el discurso de esperanza, los deseos de cambio y los sueños de una Argentina grande. Todavía anidan en una parte importante de quienes lo apoyaron hace dos años la fe en que el camino es el correcto, que hay que dar tiempo al presidente. Y tener presente que la figura de Milei surge como figura mesiánica en el contexto de una degradación institucional, económica y social prolongada y de un hartazgo social con la política que no pudo revertir esos procesos.
8.- ¿Implican estos elementos de positividad que nuestros compatriotas apoyan la narcopolítica, la criptoestafa o las coimas de la ANDIS? Por supuesto que no. Supone únicamente que en la ecuación que esos votantes hicieron pesan más aún aquellos aspectos positivos que las manchas que el gobierno va sumando.
9.- Esa pus de la corrupción, los negociados y el deterioro económico y social terminarán más temprano por infestar el humor social y se abrirán condiciones para la alternancia política. Por lo que la tarea principal en el tiempo que se abre es la construcción de la alternativa.
10.- ¿Esto implica que la resistencia pierde valor? Por el contrario. Es ella la que genera las relaciones de fuerzas favorables al surgimiento de un proyecto político nacional popular. En tres aspectos: uno, al obstaculizar las iniciativas del oficialismo que atenten contra la soberanía nacional y la calidad de vida; dos, al mostrar de cara a la sociedad la existencia de valores, prácticas y discursos opuestos a los libertarios y anclados en la solidaridad y la dignidad; tres, al construirse como factor de poder capaz mediante la movilización y la lucha de incidir en la agenda pública.
11.- ¿Por qué entonces la construcción del proyecto político es la tarea principal? Porque parte esencial del triunfo libertario se debe a la incapacidad propia de ofrecer un proyecto deseable. Y de mantenerse ese cuadro nada indica que en la sucesión presidencial en dos años, sino antes, sea mejor. En otras palabras, la deslegitimación del gobierno no se traslada automáticamente en votos a la principal oposición. Una parte de la sociedad queda, directamente, desencantada. Otra prefiere seguir apostando al oficialismo pese a todo, ya que nos identifica con un mal mayor. El triunfo del gobierno es político, antes que económico.
12.- La construcción de un proyecto alternativo implica ser capaces de presentar un proyecto de país con propuestas atractivas para los distintos sectores sociales que concebimos como parte del frente nacional. No alcanza con dar cuenta de las cualidades de un candidato (por ej., “honesto y capaz”), con resignificaciones abstractas a valores (“libertad es llegar a fin de mes”) o con criticar lo malo del gobierno. Precisamos de ideas claras, con un lenguaje potente y novedoso, y transmitidas con convicción, sencillez y admiración y cariño por el pueblo argentino. La credibilidad se construye, además, desmarcándose fuertemente de todo aquello con que lograron identificarnos (estatismo burocrático, clientelismo, corrupción, vagancia, atraso). Para eso hay que ser concisos y mostrar con hechos y propuestas que queremos un Estado eficiente, que la ayuda social no debe ser instrumento clientelar, que no toleramos la corrupción y que somos el verdadero proyecto del trabajo, la producción y la innovación.
13.- La inflación crónica, la caída del poder adquisitivo, la pobreza creciente y la falta de empleo formal generaron un clima de frustración transversal. Para amplios sectores —sobre todo jóvenes y trabajadores informales—, el discurso liberal de Milei (“achicar el Estado”, “terminar con el gasto político”, “dolarizar”) apareció como una ruptura radical con un modelo que perciben agotado. ¿Qué propone el proyecto nacional en frente a esos problemas estructurales? En vez de negar los síntomas del descontento, tenemos que ser capaces de transmitir en lemas breves y precisos cuál es nuestra política económica frente a esas cuestiones centrales.
14.- Hay que renovar liderazgos, discursos y lógicas. La inercia política, la repetición de fórmulas viejas y, sobre todo, la pretensión de combatir la “antipolítica” con roscas de palacio, peleas en redes sociales, internismo a cielo abierto, son lamentables. Si no entusiasman ni a los propios compañeros y compañeras, ¿cómo pretenden reconectar con la juventud y las clases trabajadoras precarizadas? El envejecimiento del peronismo es consecuencia del faccionalismo, la politiquería y el monólogo solipsista.
15.- La propuesta no puede ser nostálgica ni meramente reactiva: debe ser una nueva síntesis que vuelva a enamorar a la sociedad argentina. La única persona que reúne objetivamente las condiciones para encabezar el proyecto nacional en esta etapa es Axel Kicillof; quien además, como se vio en territorio bonaerense, tiene características que lo hacen una figura capaz de trascender la polarización ideológica de nuestra sociedad. Su nombre está asociado a valores positivos como: gestión eficiente, capacidad técnica y de trabajo, carácter constructivo, transparencia y austeridad. Como puntos a trabajar en su perfil: por un lado, poner corazón a las palabras, la sangre en las ideas; eso habilita una conexión emocional que un discurso meramente racional no logra. Por otro lado, ser, hablar y parecer conductor político, no sólo como gestor, funcionario o gobernante; en la tradición argentina y, en especial en momentos de incertidumbre, se buscan figuras fuertes.
17.- ¿Y Cristina? Está presa y, como muestran distintos sondeos, la mayoría de la Argentina piensa que está bien. Por supuesto, está detenida —y antes intentaron asesinarla— por sus aciertos, no por sus errores. Lo que implica que su situación es injusta y es un ataque contra el conjunto del movimiento. Por lo tanto, es correcto reclamar por su libertad. Y es una deuda de gratitud que debemos a quién, junto a Néstor, lideró los avances más importantes desde Perón. Pero, dadas las circunstancias, es indudable que no puede ejercer la conducción del movimiento en esa condición. ¿O alguien piensa que podemos reconectar con la sociedad detrás del nombre de quien gran parte de la Argentina —incluyendo sectores del propio peronismo— ve cómo condenada por justa causa? Las comparaciones con Perón en el exilio son, por lo menos, apresuradas: el arraigo de las mayorías sociales a su figura no decayó en ningún momento. Ciertamente, ella es parte esencial de las grandes discusiones y decisiones que requiere el peronismo. Pero hay que partir de la realidad tal como ésta se plantea, no de los deseos o posiciones subjetivas de cada quien.
En síntesis, para ser alternativa en dos años, el peronismo bajo la conducción de Axel tiene que i) volver a plantear las políticas en términos de estrategia y relaciones de fuerzas, enfocando en nuestros puntos débiles (juventud, provincias, precarizados), ii) formar cuadros con sentido patriótico, sensibilidad social y capacidad técnica, iii) trabajar por la unidad del movimiento nacional y tender puentes hacia distintos sectores sociales, económicos, políticos y religiosos, iv) articular con las organizaciones populares y de trabajadores en un esquema que implique su compromiso y protagonismo; v) construir un programa de gobierno con propuestas claras y viables, vi) encarnar un proyecto nacional que encarne valores deseables en el imaginario social.