«Vamos a tener un mundo con más viejitos», dice el obstetra, referente histórico de la lucha por los derechos sexuales. La caída de la natalidad, los feminismos y la posibilidad de decidir.
Por Florencia Vidal
«Yo nunca me imaginé que íbamos a tener una caída de la natalidad tan espectacular, pero seamos coherentes, hemos luchado para esto porque lo que veíamos era que había embarazos no deseados», afirma el doctor Mario Sebastiani, ginecólogo, obstetra, docente universitario y referente histórico de la lucha por los derechos sexuales y reproductivos. En 2013, cuando publicó ¿Por qué tenemos hijos?, la escenografía era distinta y la mitad de los hijos que nacían no habían sido buscados, dice. Basado en su vasta experiencia en el consultorio, con el libro se proponía poner en duda la creencia «almibarada» de que «cuando tenemos hijos siempre es por amor» e invitaba a salir de los lugares comunes para reflexionar sobre los prejuicios y mandatos, detrás de una pregunta que podía resultar incómoda, pero que aportaba múltiples respuestas tales como «se me pasa el cuarto de hora», «fue un accidente», «mi marido no para hasta no tener el varón», «pierdo a mi pareja», «no quiero quedarme sola». Con el mismo estilo directo, claro y políticamente incorrecto que plasmó en sus publicaciones, en charla con nosotros, Sebastiani analiza los procesos que impulsaron los cambios y permitieron detener algo que, tiempo atrás, él no creía posible y definía como: «la automaticidad por la que tenemos hijos».
–¿Por qué cree que la natalidad descendió de una manera tan notable en los últimos 10 años?
–En el último siglo, la natalidad bajó en cualquier parte del mundo. Lo que muestra la historia de la Humanidad, diría yo, es que cuando, por una conquista social, la vida saca a las mujeres de las casas, ya no quieren volver atrás. Cuando las mujeres acceden a la educación y al trabajo, no quieren volver a la casa, porque la casa para una mujer es cuidar hijos y cuidar ancianos. Esto lo vemos hoy, pero es una tendencia que se da en el mundo desde que se puede controlar. Comenzamos con la educación, pero después, hacia 1950, apareció la pastilla anticonceptiva que fue una bisagra porque pudieron controlar su vida reproductiva y competir en distintas áreas con los hombres. Tal es así que hoy vemos más mujeres que hombres en las universidades. Eso es algo muy interesante. Además, en nuestro país tenemos anticoncepción universal y gratuita para todos.
–Antes, la anticoncepción era para los sectores de mayores recursos.
–Claro. Hoy, aunque alguien esté en una situación social compleja, si logra llegar a una salita en el territorio nacional, va a tener una anticoncepción espectacular. Y otro tema podría ser el aborto, pero hay que tener mucho cuidado con esto porque cuando el aborto estaba prohibido y era quirúrgico, antes del misoprostol, hace 25 años, nosotros calculábamos que teníamos en el país unos 400.000 a 500.000 abortos. Con el aborto ilegal no se tenía un número cierto. Hoy, en cambio, sabemos que el año pasado se hicieron en el país 88.000 abortos que están registrados en el Ministerio. Si a esto le agregás los que no están computados, que son los de la seguridad social, estaremos en unos 120.000 o 130.000. El sentido por el cual hay aborto es por la dignidad de la mujer, porque quiere decir que una mujer en determinado momento no puede tener ese embarazo, entonces, hoy, parte de la sociedad piensa que un embarazo no deseado es una tortura.
–¿Podemos decir que la maternidad dejó de ser un mandato?
–Antes había una frase de las mujeres que decía que si no tenían hijos estaban vacías. Actualmente, las mujeres sin hijos están perfecto e incluso probablemente vean desde arriba a las que tienen hijos, como diciendo: «Yo de esto no quiero tener porque es trabajo, es pérdida de la libertad, es esclavitud, es peligroso porque el embarazo es un evento peligroso para la salud, no voy a ganar dinero y voy a depender del dinero del hombre». Con lo cual, el mandato, que era muy importante, dejó de serlo. También uno podría decir que ha caído la religión que le daba a la mujer el rol de reproducción y cuando esta no se producía, la mujer se sentía vacía y era una angustia increíble. Yo vivo rodeado de mujeres jóvenes que hacen la residencia y la verdad es que no veo ese mandato. Es muy frecuente que hoy, con mucha soltura, una mujer diga «me parece que no voy a tener hijos». Por supuesto que pueden revocar la idea, pero lo interesante es que este ya no es el horizonte. Mi padre y mi madre tuvieron hijos a los 20 o 25 años, en cambio hoy las mujeres establecen una relación laboral importante y posponen la maternidad hasta los 35 años.
–La pregunta sobre por qué tenemos hijos está mucho más presente ahora que cuando se publicó su libro.
–Con esa pregunta quise provocar a la sociedad sobre lo que veía en el consultorio. Y sí, hoy está más presente y probablemente la contestación sea «no voy a tener hijos». Tal es así que los partos, en la última década, pasaron de 760.000 a 400.000. La maternidad del Hospital Italiano, donde trabajo, que tenía 200 partos, hoy está orillando los 100 y esto se ve en todas las maternidades públicas y privadas de la Ciudad de Buenos Aires.
–Es fundamental habilitar esa pregunta.
–Es importante hacerse esa pregunta porque hay que saber no lo que se gana si no lo que se pierde. Lo que se gana es probablemente tener un bebé y tener la experiencia que, sin duda, es interesante para la mujer y el hombre, porque un hijo nos cambia, nos madura, nos hace menos egoístas, hay que dedicarle tiempo, trabajar, hay que ganar dinero para los hijos.
–¿Qué incidencia tuvieron los feminismos en estas transformaciones?
–Muchísima. La ética y la filosofía feminista son paradigmáticas, porque además no es un pensamiento que yo reflexiono y logro el feminismo. No, el feminismo es lucha, lucha y lucha, contra el castigo, el maltrato, una cantidad de cosas que la sociedad le ha impuesto y que, de cualquier manera, nos ha abierto los ojos como, por ejemplo, con el embarazo. La concepción de este movimiento es fundamental para que no se vea al hijo como el que llena la vida de la mujer. Actualmente, la mayoría de los hijos que nacen son programados y deseados, con lo cual yo veo una ganancia muy importante en la dignidad de las mujeres y en la sociedad. Diría que hay una responsabilidad de decir: «Yo voy a tener un hijo y quizás no tengo todas las variables resueltas, pero tengo algunas y voy para adelante». Antes eran muchos más los que tenían hijos que los que no. Hoy, en cambio, está casi empatado. Antes, también, había un fenómeno de imitación en las personas que ahora no lo veo tanto.
–A contramano de estos cambios, siempre aparecen discursos pronatalistas desde distintos sectores.
–Hay pronatalistas que son religiosos y se suma otro grupo, que tampoco me gusta, que son los economistas, que dicen: «¡Qué desastre va a ser que cada vez haya más viejitos! ¿Quién les va a pagar el sistema de pensión?». Este sistema está en crisis desde hace 20 años en todas partes del mundo. Entonces, hablando de Argentina, ¿quién me garantiza a mí que, si yo tengo hijos, mis hijos vayan a tener trabajo? La idea es que para que alguien me pague la jubilación, tiene que trabajar en blanco, pagar impuestos y así yo voy a tener una jubilación mejor. Es inútil que yo piense que esto va a pasar. No va a pasar porque no está pasando en el mundo.
–¿Cómo se imagina ese escenario a futuro?
–A corto plazo, pienso en un mundo más verde, con menos consumidores y con similar riqueza. Después, ¿qué va a pasar? Eso no lo sé. Evidentemente vamos a tener un mundo con más viejitos, pero mientras haya riqueza, uno podría cuidar de ellos. Y si no, habrá que buscar otras herramientas para que las sociedades compensen esta falta de dinero sobre los viejos.
–¿Cuál es su reflexión acerca del desfinanciamiento del Plan ENIA, de prevención del embarazo adolescente, por parte del Gobierno de Javier Milei?
–Es un horror. Hace 10 años atrás, había 110.000 a 120.000 mujeres que tenían un hijo antes de los 19 años. En estos momentos, creo que estamos en 60.000. Fue un programa extraordinario basado en la Educación Sexual Integral, la anticoncepción universal y el aborto legal, seguro y gratuito. Entonces, es una salvajada. Así como Alberto «Bertie» Benegas Lynch dice que el aborto es una salvajada, haber interrumpido este programa es realmente una salvajada porque es cortar el dinero por donde no hay que hacerlo, que es la dignidad de las mujeres.
–En muchas oportunidades usted habló de la necesidad de un Estado presente porque «los preservativos cuestan plata y decir que no, cuesta educación». Entonces ¿cómo observa el panorama actual?
–Me parece que hay una concepción lamentable por la incapacidad para corregir, yo diría, los desatinos del Estado, que, en vez de corregirlos, agarran la motosierra, como si yo cortara el árbol en vez de podarlo. Es una situación de una falta de creatividad, de inteligencia y, curiosamente, de concepción económica. La economía es una ciencia social, no es matemática. Lo veo de un pensamiento vulgar, corto, no reflexivo. Pensar que un país puede no tener un Estado es un absurdo.
–Volviendo a la cuestión de por qué tenemos hijos, en su libro usted proponía cambiar el discurso almibarado del amor por uno que se basara en la responsabilidad de traer hijos al mundo, ¿qué análisis hace hoy al respecto?
–Creo que eso ha sucedido porque hoy, a mi juicio, no hay discursos almibarados si no reflexivos donde en algún momento uno dice: «Bueno, yo este capítulo en mi vida no me lo quiero perder». Hay películas y obras de teatro en la avenida Corrientes que muestran el caos que es tener hijos. Ahora se hace humor negro sobre tener hijos. Es algo que ha cambiado muchísimo.
–A lo largo de su carrera como obstetra ayudó a nacer a más de 12.000 chicos y usted dice que a veces les pide perdón…
–Sí, es una humorada que siempre hago cuando me cruzo con alguno de ellos. Les digo: «Te pido mil perdones por haberte traído a este mundo». Tengo una visión de que el mundo es muy complejo y esto que digo tiene una sensación bien propia mía de que el mundo no es fácil y no les va a ser fácil.
–Entonces, ¿diría que es necesario o no seguir reproduciéndose?
–Tenemos curiosidad, tenemos una sociedad que todavía nos llena de spots de pañales, de crianza, de la mamá que le da el pecho al bebé, del hombre que va a la cancha de fútbol con el hijo. Todavía tenemos imágenes que nos invitan a reproducirnos. Lo concreto es que la sociedad ha pegado un zarpazo tremendo en la natalidad y habrá que ver si esto se establece o sigue bajando. En China, donde hubo una estrategia para romper la bomba demográfica, hoy les permiten tener más hijos y no los tienen. En el norte de Europa y en Japón no hay hijos. Vamos a ver cuál es la meseta de esto. (Acción)