El bloque radical logró contener la ruptura por una semana más, gracias a un acuerdo interno que evita actuar contra decisiones mayoritarias. Sin embargo, la tensión sigue latente y la postura del sector de Manes amenaza con una salida definitiva, en especial con la discusión del presupuesto 2025 a la vuelta de la esquina.
La sangre no llegó al río, pero el agua está agitada. El bloque de la UCR, que sigue manteniendo 33 diputados, logró postergar su quiebre una semana más tras una reunión en la que las autoridades consiguieron que los «radicales díscolos» firmen un compromiso para acatar las decisiones de la mayoría. Aun así, la tensión está lejos de haberse disuelto. El sector que responde a Facundo Manes, clave en esta interna, no asistió al encuentro, y los llamados «radicales con peluca» dejaron en claro que el equilibrio fiscal sigue siendo su línea roja.
El acuerdo firmado, que se cocinó durante una reunión del bloque radical el martes por la tarde, no alcanzó para disipar las diferencias. Si bien el presidente del bloque, Rodrigo de Loredo, logró contener a los cinco díscolos con una promesa de alineación interna, quedó claro que estos no acompañarán nada que comprometa las cuentas públicas. De hecho, los más cercanos al Gobierno de Milei no parecen dispuestos a negociar ese principio.
Por otro lado, el grupo que sigue a Facundo Manes ya parece tener un pie afuera del bloque, aunque su estrategia pasa por esperar el momento adecuado. Según se comenta en los pasillos, están buscando sumar a los moderados, con Julio Cobos como su cara más visible. Este último fue uno de los impulsores del compromiso sellado el martes por la noche, aunque nadie descarta que, llegado el momento, se mueva de lugar.
Mientras tanto, el primer gran test será este miércoles, cuando Luis Picat, uno de los «radicales con peluca», se siente a la mesa de la Casa Rosada como representante de su sector en la reunión de coordinación parlamentaria. Un encuentro en el que también estarán presentes aliados permanentes como el MID y el PRO, reforzando la idea de que los díscolos podrían estar buscando un frente más cercano al Gobierno.
El clima interno en el bloque sigue siendo tenso. Aunque la ruptura aún no se concretó, la división de facto ya está instalada. El principal temor es que cada uno de los sectores termine señalando al otro como el responsable de la partición, lo que podría generar costos políticos indeseados. Nadie quiere ser el que dé el primer paso, pero todos están preparados para cuando eso suceda.
La postura más cercana al oficialismo del sector de los radicales alineados al Gobierno empieza a limar las diferencias con los opositores y los más moderados. Lo que suceda en el debate del presupuesto 2025 será clave para definir el futuro del bloque. Los cinco díscolos parecen dispuestos a apoyar el proyecto del Ejecutivo sin mayores objeciones, algo que podría generar un quiebre definitivo entre las filas radicales.
Las autoridades del bloque, en su intento por calmar las aguas, apelaron a una norma interna clave, el artículo 11 del reglamento, que establece que «las decisiones tomadas por mayoría absoluta de los presentes obligan a todos los integrantes a respetarlas en el recinto». Los díscolos firmaron, pero dejaron claro que esa obediencia tiene un límite: siempre y cuando no se comprometan las instituciones o el equilibrio fiscal.
Más allá del acuerdo, la fractura sigue latente. De hecho, hubo dos reuniones paralelas que evidenciaron la división interna, aunque ninguna de las partes quiere ser la que formalice la creación de un nuevo bloque. La estrategia parece ser clara: esperar a que el otro bando expulse primero, para no cargar con el costo político de abandonar la UCR.