El especialista en polarización y desinformación en el mundo digital analiza el éxodo de X y sus posibles consecuencias. Violencia, toxicidad y discursos de odio. Trump, Milei y las reglas del juego de la ultraderecha.
Por Bárbara Schijman
«Cuando los medios se van de X, por un lado, están hablando del lenguaje tóxico que prevalece en esa plataforma y, por otro, de la inyección política de contenidos por parte de Musk. Hay toda una cantidad de información que no necesariamente es tóxica, pero que es ultrapartidaria. La inyección de información política de extrema derecha derivó en una gran desafección de usuarios, lo que hizo que el capital real de Twitter haya bajado y que, por eso también, los anunciantes estén escapando», sostiene Ernesto Calvo, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Northwestern, Estados Unidos, y docente de la Universidad de Maryland, donde dirige el Laboratorio interdisciplinario de Ciencias Sociales Computacionales.
Autor de Anatomía política de Twitter en Argentina: Tuiteando #Nisman (Capital Intelectual), y coautor, junto a Natalia Aruguete, de Fake news, trolls y otros encantos (Siglo XXI Editores), entre otros, Calvo centra su línea de investigación en el estudio comparado de la representación política, los sistemas electorales y las redes sociales.
«La inyección de información política de extrema derecha derivó en una gran desafección de usuarios, lo que hizo que el capital real de Twitter haya bajado y que, por eso también, los anunciantes estén escapando.»
‒Importantes medios europeos, como The Guardian, del Reino Unido, y La Vanguardia, de España, anunciaron en los últimos días que dejarán de usar la plataforma X. ¿Cuál es su mirada al respecto? ¿Era previsible un movimiento así?
‒No me sorprende. Hay mucha gente que quiere salir de X hace mucho. El problema principal que ha habido hasta ahora es cómo salir de la plataforma sin perder el capital político. Toda autoridad o influencer que esté o participe en X puede tener miles o millones de usuarios que lo están siguiendo. Si uno no puede transferir ese capital entonces queda atado a X; con eso ha contado Elon Musk durante este tiempo y es eso lo que se empieza a resquebrajar. Varias veces se dio este movimiento de fuga. Cuando estaba terminando la presidencia de Trump mucha gente se fue de Twitter justamente para escapar del lenguaje tóxico. En ese momento surgió Threads, que logró acumular cerca de 100 millones de usuarios en unos pocos días y todos asumimos que iba a lograr hacer el reemplazo y por algún motivo la red puso el freno. El problema principal hoy es cómo hacer para salir de X sin pagar el costo. Bluesky lo que hizo es mostrar una forma de hacerlo. Todavía no está claro que vaya a ser exitoso, pero hay empuje en varios países para tratar de tomar ventaja de eso y tratar de hacer una migración.
‒La proliferación de contenido tóxico, la desinformación y la ausencia de moderación de contenidos ilegales son algunas de las razones detrás de esta migración. ¿Cree que esta decisión puede ser un disparador para reconfigurar y regular el universo de las redes sociales?
‒Esas son las razones apropiadas. Según los últimos números, Twitter había perdido el 85% del ingreso que tenía de publicidad, y entonces aún cuando Musk hizo un ajuste donde echó a cerca del 80% de sus recursos humanos, X sigue estando en una situación de pérdida. Pero particularmente lo que ha sucedido es que se ha descapitalizado mucho de seres humanos. Ha habido un reemplazo de cerca del 30% de las cuentas humanas por cuentas sintéticas y el tráfico orgánico ha disminuido muchísimo. Cuando los medios se van de X están hablando, por un lado, del lenguaje tóxico que prevalece en esa plataforma y, por otro, de la inyección política de contenidos por parte de Musk, que no es menor. Hay toda una cantidad de información que no necesariamente es tóxica, pero que es ultrapartidaria. La inyección de información política de extrema derecha derivó en una gran desafección de usuarios, lo que hizo que el capital real de Twitter haya bajado y que, por eso también, los anunciantes estén escapando.
«El hecho de que la gente se puede llegar a ir de X es un problema si X sigue siendo el medio de amplificación de la política que los medios recogen.»
‒¿Abre esta situación la posibilidad de un debate democrático más amplío sobre el espacio digital, o la moderación y la polarización extremas ya están profundamente arraigadas en él?
‒El peligro está siempre ahí. Aquellas cosas que aumentan la segregación y la polarización política son típicas de redes sociales, en particular, de redes sociales que se enfocan en la política. Vimos un intento activo de generar ese tipo de contenido, de amplificarlo y de no moderarlo por parte de Twitter, y eso va más allá de los elementos algorítmicos. En el pasado, Twitter era una red social que por constitución de usuarios estaba más girada hacia el centro que hacia la derecha. Musk produce un giro a la derecha de la plataforma e inyecta un discurso supremacista, antinmigración, xenófobo, antiderechos. Eso produce un éxodo de usuarios de centro y de izquierda, consolidando una base usuaria, parte humana y parte sintética, mucho más de derecha. Todo esto lo hemos visto en la campaña de apoyo a Trump. Al hacerlo, básicamente ataca lo que era el grupo más importante de usuarios de Twitter, con lo cual finalmente lo que hizo fue empujar una agenda muy autodestructiva.
‒¿Hasta qué punto la extrema derecha en el mundo modificó las reglas del juego del espacio digital?
‒Es interesante porque en realidad casi las redes fueron en su origen, por constitución y por usuarios, más progresistas que los votantes medio de cada país. Más allá de casos como Reddit o algunas redes diseñadas para la derecha. Lo que sí ocurrió con X, eso está muy bien medido, es que el discurso de odio y la desinformación estaban muy asimétricamente amplificadas por la derecha. Eso es lo que se llama «polarización asimétrica», y quiere decir que la percepción de que esto es una guerra de supervivencia hasta el fin, agónica como se dice, era mucho más intensa en la derecha que en el centro y en la izquierda. Todo el discurso de hacer America Great Again de Trump tiene ribetes en el supremacismo blanco de los años 30 y 40 y utilizó un término que en su principio fue acuñado por neonazis y por nazis hace más de 70 años. Estos usuarios de derecha son mucho más activos y están más coordinados, amplificando muchos más mensajes que los usuarios moderados y de izquierda.
‒¿A qué apuntan los discursos de odio y la toxicidad y de qué manera operan en los grupos propios y ajenos?
‒Estas operaciones se ven en la división del trabajo que hay en los partidos: los trolls se usan para atacar, los políticos hablan de las cosas buenas; los trolls atacan en el terreno del otro, los políticos aumentan la visibilidad y los elementos positivos del lugar propio. El enojo y la toxicidad están dirigidas al otro, no al propio. Lenguaje tóxico es primariamente una forma de control poblacional; es el equivalente a la tierra arrasada en el espacio social: lo que busca es generar un ambiente que se vuelva insufrible, inaguantable, para reducir la huella digital del oponente. El hecho de que la gente se puede llegar a ir de X es un problema si X sigue siendo el medio de amplificación de la política que los medios recogen.
‒¿Qué semejanzas encuentra en el uso que hacen de las redes sociales líderes de extrema derecha como Trump y Milei?
‒Si hay una cosa que hemos visto en los últimos años es que hay un aprendizaje global de cómo usar las redes y que distintos bloques políticos aprenden entre sí cómo manejarlas. Vox, Milei, Kast, Bolsonaro, Trump, la derecha internacional, utiliza los mismos temas y los mismos lenguajes. Cuando pensamos en Trump o en Milei tenemos que tener en cuenta que el equipo de campaña de Trump, el de Bolsonaro, el de Milei y el de Kast hablan entre sí, se conocen, intercambian mensajes, copian las estrategias. La de Trump es la mejor financiada de todas estas campañas y en ese sentido es la que produce mayor cantidad de información útil para las otras campañas. Entonces lo que vemos es al equipo de campaña de Milei haciendo cosas que están probadas y que fueron ya practicadas por el equipo de campaña de Trump. Por eso se parecen tanto.
«Cuando pensamos en Trump o en Milei tenemos que tener en cuenta que el equipo de campaña de Trump, el de Bolsonaro, el de Milei y el de Kast hablan entre sí, se conocen, intercambian mensajes, copian las estrategias.»
‒¿Patrones uniformes que se ajustan a medida?
‒No solo porque son ideológicamente parecidos, sino que también comparten mucho de los diseños, las estrategias, los mensajes. Una vez que uno considera los encuadres generales de la derecha global, hay algunas diferencias que tienen que ver con el conocimiento local. Milei necesita al Gordo Dan porque la forma de expresar el ser de derecha en Argentina es distinta a la forma de expresar ser de derecha en Brasil, Chile, o en Estados Unidos. Esto es lo que se llama «tuneo fino» en machine learning, que significa que la última capa de neuronas de un modelo generativo, como ChatGPT, está localmente entrenada. Es increíble hasta qué punto vemos exactamente los mismos mensajes y mecanismos en unos países y otros. El sabor local es solo en la selección de temas y el uso de modismos locales.