La Universidad de San Martín realizó un estudio sobre el humor social. El relevamiento destaca la preocupación generalizada acerca de qué pasará con los precios, detecta desorden en las compras y es un tema central en las familias.
El dato de inflación de julio fue récord en veinte años y no es sólo un número: el aumento cada vez más acelerado de los precios impacta en el día a día de las personas que tienen que dejar de pagar cuentas o pedir dinero prestado, en la base electoral y también en la proyección a futuro. Mientras el Indec relevaba el aumento de los precios de julio, la Escuela Idaes de la Universidad de San Martín (Unsam) le preguntaba a las familias cómo se adaptaban a las remarcaciones para retratar cómo impacta el aumento de precios en el humor social.
La experiencia inflacionaria genera una «preocupación generalizada acerca de qué va a pasar con los precios, un desorden cotidiano en las compras y se vuelve un tema central en los vínculos familiares», asegura el resultado de la encuesta. En julio de 2022 la preocupación por el futuro de los precios alcanzaba al 83,8 por ciento de los argentinos. El impacto es tal que llega meterse en los vínculos familiares: 7 de cada 10 personas reconocen que la falta de dinero genera peleas y discusiones, mientas que el 82,6 por ciento siente que se habla mucho en familia sobre los aumentos de precios y
El efecto más directo de la inflación es en los bolsillos de la gente que debe cambiar sus hábitos cotidianos. El 83 por ciento de los 800 casos del AMBA que relevó el equipo de la Unsam en julio de este año tuvo que «tomar medidas frente a la inflación»: casi la mitad (48 por ciento) dejó de pagar cuentas, facturas o boletas; un 47 por ciento modificó su consumo y comenzó a comprar segundas marcas o marcas más económicas; un 46 por ciento pidió dinero prestado; y un 42 por ciento redujo además sus consumos.
Además, esa inestabilidad entre la relación ingresos-gastos generan desorden: el 78,6 por ciento siente que es muy difícil organizarse con los gastos diarios y el 70,7 por ciento admite tener que dedicar más tiempo que antes a la búsqueda de precios.