Más de 120.000 Pymes abastecen como proveedoras a las 875 empresas más grandes de Argentina. Es un sector clave, entramado con las grandes empresas del país. Pero hoy tiene dificultades con los prestamos, en general, destinados a salir de la urgencia por falta de liquidez.

Por: Pablo Sanucci

La sanción de la ley que dio origen a la Factura de Crédito Electrónica (FCE) permitió, por primera vez, conocer con certeza el peso de las pymes en las cadenas de valor del país. Los datos son reveladores: más de 120.000 pymes abastecen como proveedoras a las 875 empresas más grandes de Argentina.

Este entramado refleja cómo las pequeñas y medianas compañías no son actores secundarios, sino engranajes imprescindibles de sectores estratégicos como energía, agroindustria, minería y alimentos. Allí, las Pymes aportan insumos, servicios y soluciones tecnológicas que sostienen la competitividad de los principales motores de la economía.

El valor de las pymes trasciende las cadenas de provisión. Según estimaciones oficiales, representan aproximadamente el 40% del PBI y generan cerca del 50% del empleo registrado. Este doble aporte —productivo y social— les otorga un rol estructural: no sólo impulsan la actividad económica, sino que además sostienen a millones de trabajadores en todo el país.

En provincias como Neuquén, Mendoza, Córdoba o Santa Fe, la expansión de sectores como el energético o el agroindustrial sería imposible sin una red sólida de pymes. Lo mismo ocurre en el norte argentino con el desarrollo minero, donde cada proyecto depende de centenares de proveedores locales.

Pese a su importancia, el financiamiento sigue siendo uno de los principales obstáculos. Muchas pymes enfrentan tasas de interés elevadas, plazos cortos y requisitos de garantías difíciles de cumplir. Si bien en los últimos años se desarrollaron herramientas específicas —como los cheques de pago diferido, la Factura de Crédito Electrónica, el pagaré bursátil y la Obligación Negociable Simple (ON Simple)— su alcance todavía resulta limitado frente a la magnitud de la demanda.

Las Sociedades de Garantía Recíproca (SGR) han permitido ampliar el acceso al crédito, y se han transformado en un actor fundamental en el financiamiento pyme, avalando financiaciones en bancos y en el mercado de capitales, pero aunque han asistido a una gran cantidad de PyMEs, todavía la mayoría no accede a los avales de estas entidades.

La brecha cultural y técnica con el mercado de capitales también es notoria: muchas empresas desconocen los instrumentos o carecen de la asistencia necesaria para utilizarlos, lo que restringe su participación.

El desafío de fondo es dotar a las pymes de herramientas que les permitan planificar su crecimiento en el tiempo. El financiamiento no debería ser solo una salida coyuntural para cubrir baches de liquidez, sino una palanca para invertir en tecnología, capital de trabajo, profesionalización y expansión hacia nuevos mercados.

En sectores de mayor potencial de crecimiento como energía, agroindustria, minería y alimentos, esta capacidad de planificación resulta decisiva. Allí se juegan las grandes apuestas de inversión del país, y sin un entramado de pymes sólido será difícil sostener en el tiempo los niveles de producción y exportación que Argentina necesita.

La discusión sobre el financiamiento a pymes debe insertarse en una visión de desarrollo más amplia. Impulsar la inclusión financiera, digitalizar procesos, simplificar la relación con el mercado de capitales y crear incentivos fiscales que premien la inversión productiva son pasos indispensables.

El desafío es articular políticas públicas estables con la participación del sector privado. La experiencia internacional demuestra que cuando las pymes cuentan con un ecosistema financiero previsible, se convierten en la base de un crecimiento sostenido, con impacto directo en empleo, innovación y desarrollo territorial. (Ámbito)

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