Gobernadores e intendentes están preocupados por la situación social. Temen una devaluación sin compensación después de las elecciones.

La preocupación por una agudización de la crisis social aparece en el escenario de los dirigentes peronistas con responsabilidad territorial, incluso los más moderados. Los datos que llegan a gobernadores e intendentes hablan de un crecimiento acelerado en el cierre de empresas, una suba ininterrumpida del endeudamiento de las familias y un deterioro constante en los indicadores del consumo masivo. Una nueva puja por los precios amenaza con dar otro golpe a los ingresos, hay temor por los efectos de una devaluación que no sea compensada.

El mes de diciembre suele ser en Argentina un termómetro para testear el humor social en tiempos de crisis. En este caso, el fin de año se junta con la culminación de un proceso electoral que podría precipitar el fin del esquema cambiario vigente y desencadenar una nueva devaluación. Esos elementos son los que en estas horas encienden las alarmas de los principales dirigentes de la oposición con responsabilidad territorial.

El deterioro de los ingresos no cesa. Aún con volúmenes de los más bajos de la serie, esta semana comenzó una nueva estampida de precios en productos de consumo masivo. Los supermercados recibieron listas con aumentos de entre el 4% y el 10% en galletitas, yerbas, harina y aceite, entre otros productos de la canasta básica. En el sector dicen que ya no tienen márgen para rechazar las subas de sus proveedores.

El escenario para el día después del 26 de octubre no es alentador. Los referentes más importantes del peronismo aseguran que la devaluación es inevitable. Y remarcan que si, como sucedió al comienzo del gobierno de Javier Milei, no es compensada al menos parcialmente con una mejora de ingresos en jubilaciones, salarios y programas sociales, el descontento se agudizará.

La “glaciación productiva”

Mientras tanto, la atención del círculo rojo está puesta por estas horas en los anuncios que pueda realizar el Presidente en su encuentro con Donald Trump. Sin tanta repercusión mediática, pero de forma persistente la recesión avanza, las empresas cierran y los conflictos laborales se multiplican.

El monitor de empresas en crisis del Grupo Atenas relevó 100 casos representativos a nivel territorial y sectorial que confirman la magnitud de la problemática. Más del 50% de las pymes encuestadas cerraron o suspendieron personal; las medianas optaron por despidos parciales, mientras que las grandes empresas redujeron plantillas para sobrevivir. En todos los casos, la causa principal fue la caída de ventas y la pérdida de rentabilidad.

El estudio revela que la contracción de la demanda interna es el factor común que explica la crisis y marca que el golpe en el entramado productivo es aún más profundo que el de la crisis desatada por la pandemia. El trabajo que lleva la firma de los economistas Martin Pollera y Mariano Macchioli define al contexto como “glaciación productiva”, es decir un proceso de enfriamiento prolongado de la actividad que erosiona su base empresarial y destruye empleo.

El informe aporta más detalles: en el caso de las pymes, la respuesta a la crisis fue la más drástica porque un 54% aplicó suspensiones de personal y un 55% directamente cerró sus puertas. Entre las medianas empresas, la estrategia predominante fue los despidos, un 60% recortó personal y en las grandes compañías, la principal respuesta también fue la reducción de personal.

Lo peor no pasó

El récord en los niveles de morosidad hace pensar que en términos de actividad, lo peor no pasó. Un informe del Banco Provincia anticipa que la dificultad de las familias para pagar sus deudas continuó acentuándose en agosto y septiembre. La tesis es que la caída de ingresos no se trasladó de forma lineal al consumo porque muchas familias tomaron créditos que hoy no pueden pagar. Ese proceso podría encontrar un límite y enfriar aún más las ventas hacia adelante.

“Tengo el caso de uno chico que compró un auto y hoy está con problemas para pagar la cuota, otros que están endeudados con la familia o que le prestaron plata a amigos que ahora no se la pueden devolver y tienen un agujero”, explicó Aldo Lo Russo titular de la empresa metalúrgica bonaerense Taller Baigorria, que suele buscar soluciones cuando sus trabajadores están en apuros.

En esa línea, el empresario contó: ”el viernes una de las chicas administrativas que tiene un salario en mano de $ 2 millones nos dijo que tenía un rojo de $500.000, que iba a ir al banco a sacar un crédito, le dijimos que nosotros se lo podíamos prestar, también tengo el caso de un chico que junto a su mujer ambos tienen salarios en blanco pero compran veinte chorizos y los salen a vender los fines de semana para hacerse de un ingreso más”, dijo a Ámbito.

Si el mecanismo de financiar gastos corrientes con deudas que a la vez resultan imposibles de pagar se corta, el consumo podría experimentar un nuevo golpe. Por el lado de las empresas el panorama no es mejor, Jorge Brito presidente del Banco Macro dijo semanas atrás que la cantidad de cheques rechazados se duplicó. La dinámica se vuelve sistémica y deja entrever que lo peor no pasó. (Ámbito)

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