El paro y la movilización nacional convocados por CTERA volvieron a marcar el pulso del malestar social frente al gobierno de Javier Milei. Detrás de la masividad de la protesta se esconde una realidad que el oficialismo prefiere negar: sin inversión educativa no hay futuro posible, ni equilibrio fiscal que lo justifique.

Un grito federal por la educación
Miles de docentes de todo el país se movilizaron este martes al Congreso y al Palacio Pizzurno en el marco del paro nacional convocado por CTERA. La medida tuvo altísima adhesión en provincias como Buenos Aires, Santa Fe, Río Negro y Entre Ríos, y se replicó con marchas, radios abiertas y clases públicas en cada distrito.

El reclamo, que une a maestras, profesores y trabajadores del sistema educativo, gira en torno a demandas básicas: restitución del Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID), convocatoria a la paritaria nacional, nueva Ley de Financiamiento Educativo y defensa del sistema previsional docente. En otras palabras, la pelea por sostener la escuela pública en medio del ajuste más feroz de las últimas décadas.

El silencio oficial y la pedagogía del recorte
Desde que asumió, Milei decidió enfrentar a los gremios docentes con el mismo libreto que aplica a todo el Estado: reducción del gasto, desconocimiento de los acuerdos federales y desprecio por la negociación colectiva.

El FONID —que garantiza parte del salario de los maestros en todas las provincias— fue eliminado por decreto. La paritaria nacional, suspendida sin explicación. Y el presupuesto educativo 2026 proyecta una baja que rompe el consenso histórico del 6 % del PBI destinado a educación.

El gobierno habla de “eficiencia”, pero lo que hay es desmantelamiento. No hay eficiencia posible en aulas sin calefacción, sueldos por debajo de la línea de pobreza y universidades sin presupuesto para pagar la luz.

La educación, rehén del experimento libertario
El paro docente no fue solo una medida gremial: fue un pronunciamiento político frente a un modelo que concibe la educación como un gasto prescindible.

El propio Milei, que se jacta de eliminar ministerios y transferir responsabilidades a las provincias, deja a millones de estudiantes en manos de un federalismo desigual que profundiza la brecha entre quienes pueden pagar una escuela y quienes dependen del Estado.

El experimento libertario se sostiene sobre un supuesto falso: que el ajuste se aguanta. Pero cuando el recorte llega al aula, el límite se hace social. Y es ahí donde las calles se llenan de guardapolvos blancos.

Una advertencia que trasciende al gremio
CTERA no actuó sola. Gremios universitarios, organizaciones estudiantiles y sindicatos de base acompañaron la movilización con un mensaje común: la educación no se vende, se defiende.

El rechazo al Presupuesto 2026 y al vaciamiento educativo unifica a sectores históricamente dispersos, y abre un nuevo capítulo en la disputa política que el gobierno de Milei intenta reducir a una cuestión contable.
Lo que está en juego no es solo un fondo salarial, sino la idea misma de país. Una nación que deja caer su escuela pública pierde el derecho a llamarse república.

El paro nacional docente no fue solo una jornada de protesta. Fue una señal de alarma.
El gobierno puede seguir recortando partidas y ajustando sobre los más débiles, pero lo que no podrá suprimir es la dignidad de quienes todos los días enseñan a resistir.
Porque, como recordaba Paulo Freire, “la educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Y en la Argentina de hoy, esas personas ya salieron a la calle.
