En un intento de mostrar fuerza y unidad partidaria, Aníbal Fernández publicó en su cuenta de X (ex Twitter) un mensaje celebrando que Guillermo Michel y Adán Bahl “consiguieron el apoyo de los intendentes del PJ para encabezar las listas en octubre”. Pero lejos de generar entusiasmo, el tuit fue recibido con una andanada de críticas, ironías y repudios que dejaron en claro que la operación política no cuajó fuera de la rosca.

Los comentarios fueron inmediatos y lapidarios. Algunos usuarios reaccionaron con frases como “En octubre afueeraaaaaa, zurdos hijos de mil p…”, mientras otros fueron más directos: “Michel, ¿el que manejó la fiesta de las SIRAS con Massa?”, “Sos un delincuente morsa” o “¿Te hiciste de La Cámpora, Aníbal?”. El repudio fue tan masivo como espontáneo.

La imagen que acompaña el post muestra a Michel en una reunión cerrada, micrófono en mano, rodeado de los mismos intendentes que han sido cómplices del vaciamiento institucional del PJ. No es casual que la mayoría de ellos estén hoy más preocupados por conservar algún cargo que por representar al peronismo que alguna vez defendió la justicia social.

La operación mediática, lejos de mostrar fortaleza, dejó expuesta la desconexión total entre la dirigencia apadrinada por el aparato —esa que aplaude a Michel, a Bahl, a Stratta— y la base militante que ya no se come el cuento del “respaldo territorial”. Porque si el respaldo lo dan intendentes sin votos, denunciados o funcionales al oficialismo provincial, entonces no es respaldo: es autoconservación.
Lo de Aníbal Fernández fue un acto reflejo de una dirigencia que ya no escucha, no camina y no convence. El problema no es el tuit: es que la única estrategia que les queda es reciclarse entre ellos y fingir que todavía conducen algo.