Según un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI), las súper ganancias de las empresas explican gran parte de la inflación en Europa. El organismo sostiene que esto ocurre porque las empresas europeas estuvieron más protegidas que los trabajadores frente al impacto adverso de los mayores costos causados por la pandemia y por la guerra en Ucrania.


Sostiene el FMI que «el aumento de los beneficios empresariales explica casi la mitad del incremento de la inflación en el continente en los últimos dos años». Y agrega: «La participación de las empresas en los beneficios tendría que volver a caer a niveles anteriores a la pandemia, para que la inflación alcance el objetivo del Banco Central Europeo, que planteó reducirla al 2% en 2025». Ese es el impacto de las ganancias extraordinarias en la cuestión inflacionaria.


También la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) compartió esta perspectiva del fenómeno inflacionario al publicar un trabajo en el que se muestra que en los últimos tres años, fueron los grandes beneficios de las corporaciones y no los salarios los que empujaron la inflación.

Ganadores y perdedores

En Argentina, un estudio específico de la Consultora Analytica sobre el comportamiento inflacionario de los últimos cinco años, pre y pospandémicos, determina un incremento en el IPC (Índice de Precios al Consumidor) del orden del 400% para el período. Sobre ese total, el impacto directo de las sobreutilidades empresarias, fundamentalmente del sector alimentario, justifica más de 100 de los 400 puntos del IPC acumulado, es decir un 25% de la inflación del período considerado. 


Es de significativa importancia instalar en el debate político electoral –donde cobra relevancia el tema inflacionario– la incidencia del efecto remarcador del sector más concentrado de la economía, especialmente en el rubro de alimentos, con un abuso en la utilización «preventiva» del tipo de cambio de referencia que en general se tiene en cuenta para la remarcación.
En ocasión del coloquio de Idea en 2022, lo definió sin tapujos un encumbrado empresario nacional, líder de una cadena de supermercados, quien al responder la consulta del entrevistador sobre la política de su empresa ante el fenómeno inflacionario, contestó: «Remarcar precios todos los días».


Como lo señaló recientemente el ministro de Economía Sergio Massa, «la importación del insumo se hace al dólar oficial, el cálculo de reposición se hace sobre el dólar financiero, pero finalmente el empresariado más concentrado calcula su rentabilidad al valor del mercado ilegal. Este último es el preferido como variable de cálculo».


Hoy se debate en muchos escenarios, incluso a escala global, la necesidad de un impuesto a las «ganancias caídas del cielo», o renta inesperada, realizadas en el marco de la pandemia, del conflicto bélico, sin dudas también de la sequía que azotó nuestra región y por el alto costo energético. Este tributo solidario ayudaría sensiblemente a equilibrar el desbalance socioeconómico entre el sector del capital concentrado y los amplios núcleos de los más humildes, los trabajadores, los pequeños empresarios y las personas de ingresos fijos, que son quienes más padecen el efecto inflacionario, a la sazón los verdaderos perdedores.

Por: Horacio Aizicovich

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