Leandro N. Alem fue un defensor férreo de la soberanía argentina frente a cualquier forma de dependencia o cesión, ya sea económica o territorial. En los debates del Congreso Nacional, especialmente hacia la década de 1870 y 1880, se opuso con firmeza a toda concesión que comprometiera la independencia nacional frente a potencias extranjeras.

En un discurso de 1878, durante la discusión sobre concesiones territoriales en la Patagonia, Alem expresó:
“No hay progreso posible si se entrega la soberanía; no hay civilización que valga la pena si se compra al precio de la independencia nacional.”
También rechazaba los pactos con potencias europeas que, según él, “transformaban al país en una factoría extranjera”.
Para Alem, la soberanía nacional no podía separarse de la soberanía del pueblo. Consideraba que la independencia de los pueblos dependía directamente de la libertad y la participación política de sus ciudadanos. En el famoso Manifiesto de 1891, donde funda la Unión Cívica Radical, dice:
“Queremos una Nación gobernada por el pueblo y para el pueblo; que la soberanía no sea una fórmula hueca, sino el ejercicio efectivo del derecho de los ciudadanos.”
Y en una carta de ese mismo año agrega:
“No hay independencia exterior sin independencia interior. Los pueblos esclavos de la oligarquía no pueden llamarse libres.”
Si bien Alem no tuvo tantas declaraciones en las que manifestara su mirada sobre política internacional como si pudieron tenerlas Yrigoyen o Alfonsín, sí defendía la autonomía de los pueblos latinoamericanos frente al imperialismo. En una de sus intervenciones en la Cámara, advirtió sobre el peligro de la intromisión extranjera, en particular la influencia británica en los ferrocarriles y el comercio durante los gobiernos del PAN.
“Debemos ser dueños de nuestras riquezas y de nuestro destino. No puede haber patria soberana mientras los resortes de la economía estén en manos ajenas.”