A 51 años de la vuelta de Juan Domingo Perón a la Argentina. Habían pasado 17 años y 52 días. Y ahí estaba, en Ezeiza, empezando a volver. La lluvia era testigo. Las 157 personas que lo habían acompañado desde el Aeropuerto de Fiumicino, en Roma, también. Aunque sabía que eran bastantes más quienes compartían la alegría por su regreso. El subsuelo de la patria sublevado, otra vez. En el barro de la historia.

Tenía 77 años y 40 días, por entonces. Y había soñado muchas veces esa jornada. El vuelo 584 de Alitalia permitió que fuese posible. Lo mismo, un trabajo político arduo, de avances y retrocesos, de negociaciones e intransigencias. No volvía con la frente marchita, pero sentía el peso del tiempo. Y había sentido también el temor de morir en tierra ajena.
La épica y el mito volvían con él. Se habían robustecido a la distancia y era difícil evaluar por entonces cuánto más podían agigantarse o perder fuerzas en el teatro operativo de los hechos. Más aún cuando su vuelta tenía un objetivo bastante cuesta arriba: construir algo parecido a una unidad nacional duradera luego de muchos años de desequilibrios acumulados, de violencias expuestas o soterradas. De proscripciones y odios viscerales. De revanchismos y resistencias.
Durante esos años, el peronismo fue más movimiento que nunca, ampliando contornos a derecha e izquierda. Con el comando táctico en el exterior y un delegado en territorio con la tarea de no ser deglutido.
John William Cooke fue el primero y representó el momento de la resistencia. Cámpora, el último. Reemplazó a Jorge Daniel Paladino, encargado de tender puentes con el radicalismo y otros partidos, a través del documento “La hora del pueblo”, y cuestionado por los sectores más combativos que lo veían no tanto como el delegado de Perón ante Lanusse sino como el delegado de Lanusse ante Perón.
Suceso previos
Desde el 16 de septiembre de 1955 hasta el 17 de noviembre de 1972 la clase obrera sufrió diez y siete años ininterrumpidos de gobiernos liberales, algunos con ropaje militar y otro semi democráticos. Esto significó el inicio de las persecuciones, encarcelamientos, estados de sitios, y desapariciones, ejemplos de lo que el liberalismo colonial nos tiene acostumbrado cuando es gobierno, a lo que suman los intentos de desmantelamiento del aparato productivo.
En ese contexto se llega al paroxismo gorila cuando se prohíbe mencionar la palabra Perón y sus derivados, situación que en otras da el origen de la Resistencia Peronista donde el movimiento obrero cumple un rol fundamental oponiéndose con inteligencia desde sus bases al liberalismo de los diferentes gobiernos dictatoriales. La organización del Movimiento obrero va creciendo en cantidad y calidad, así llegamos a los lineamientos del Congreso de la Falda y Huerta Grande, luego asistimos a la épica lucha del frigorífico Lisandro de La Torre. En esa línea, el liberalismo reaccionario intentó ilegalmente arrebatarle el triunfo en elecciones al dirigente sindical Andrés Framini quien había sido elegido gobernador en la Provincia de Buenos Aires.
Pero el movimiento obrero no se dejó vencer, ocupó fábricas, organizó barriadas, participó en diferentes niveles de organización de la comunidad, promovió frustradamente el retorno de Perón.
En estos diez y siete años existieron disputas de las que fueron surgiendo líneas internas en el armado sindical, como la aparición de la CGT de los Argentinos y la enorme figura de Raimundo Ongaro.. Por último el movimiento obrero ayudó a Perón a despuntar en una dura partida de ajedrez como la que sostuvo con Alejandro Lanusse.
Sobre la partida de Perón vs. Lanusse y el movimiento obrero
Ante la propuesta del presidente militar Lanusse a la conformación de un Gran Acuerdo Nacional que se presentaba bajo la máscara de tolerancia, democracia y participación, Perón la consideró de oportunista, para el conductor Lanusse y el liberalismo militar estaba poniendo en riesgo la armonía en la comunidad, ya se habían metido de lleno contra la iglesia, contra la Universidad y avanzaban contra el mundo del trabajo, el peronismo precisamente aparecía nuevamente como el garante de la gobernabilidad y la comunidad, para esto el movimiento obrero cumple un rol fundamental.
Durante ese período trabajadores organizados van estableciendo vínculos cada vez más fuertes con Perón, entre ellos aparecen los gestos de Atilio Lopez en Córdoba, el de los trabajadores portuarios de Rosario, los ferroviarios, los navales, los telefónicos, los metalúrgicos, gráficos.

Así, la CGT sacó un comunicado en el cual sostenía “el categórico repudio a los instigadores ejecutores de los asesinos cuya acción disociadora socava los cimientos de nuestro ser nacional que traducción histórica siempre ha rechazado el crimen como medio de acción política en la lucha por la liberación nacional”. Meses después Jose Ignacio Rucci fue reelegido como Secretario General, donde éste último estableció un vínculo de cercanía con Perón, aumentando sus visitas a Puerta de Hierro.
Noviembre movilizado
La organización estaba en marcha y 1972 estableció un pico de movilización y convocatoria en relación a la expectativa que generaba el regreso de Perón a la Argentina, fábricas y universidades tomadas. A pesar de algunas medidas progresivas del elenco gobernante el reloj de la historia indicaba el inevitable fin del ciclo liberal y de barbarie que se inició en 1955. Ante la impotencia de Lanusse, Perón regresaba a la Argentina, en medio de la lluvia y el viento, un pequeño hombre sostenía un paraguas y esperaba al viejo conductor, ese hombre era Ignacio Rucci y en él se sintetizaba una parte enorme del movimiento obrero.
Como decía Hugo Presman, los peronistas que cruzaban el río Matanza para protagonizar un hecho histórico (el regreso de Perón) no iban solos. Con ellos se encontraban los miles de hombre y mujeres trabajadores que desde su lugar habían hecho tanto para el regreso de Perón, lo que enfrentaron a Aramburu, a Frondizi, a Illia, a Onganía, los que habían participado en José León Suarez o los que tomaron el frigorífico Lisandro de La Torre. Aquellos que metieron las patas en la fuente y sus hijos era primera generación de universitarios. los que lograron ir de vacaciones a Mar del Plata o los que accedieron al chalecito peronista.

En esos hombres y mujeres se encontraba el mundo del trabajo, acaso este era y sigue siendo el mejor articulador de la comunidad frente a la individualidad del liberalismo.
* Columnista de Mundo Gremial. Docente de la materia Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Departamento de Planificación y Políticas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa).