Ante un recinto semivacío, el presidente Javier Milei reivindicó cada una de las políticas implementadas y recurrió a estadísticas incomproables para mostrar los supuestos éxitos de su gestión. Agresiones, autoelogios y falacias.

Por Daniel Vilá

Tras un agitado recorrido que comenzó en la Casa Rosada y en el que la fanfarria del Regimiento de Granaderos a Caballo no logró acallar el estrépito de los cacerolazos, el presidente Javier Milei inauguró las sesiones ordinarias del Congreso Nacional en un recinto semivacío, con la presencia de apenas media docena de gobernadores pero con una bulliciosa barra libertaria que no cesaba de aplaudir cada frase presidencial.

El discurso, leído con cierta dificultad, reivindicó todas y cada una de las políticas implementadas e insistió en recurrir a estadísticas incomprobables para demostrar los supuestos éxitos logrados, por ejemplo cuando señaló que desde la década del 70 hasta la actualidad el mundo bajó la pobreza del 50 al 10 % «mientras nosotros la llevamos del 5 al 50%», o cuando se jactó de haber evitado «una inflación del 17.000%». Como de costumbre, se manifestó contra «la mano negra del Estado omnipresente» e insistió en que su programa es el más exitoso de la historia. Después de calificar de «coloso» al ministro de Economía, Nicolás Caputo, puntualizó que «la economía no para de crecer desde abril» y ratificó que la mayoría del ajuste no recayó sobre el sector privado, con lo cual la pobreza habría disminuido en un semestre del 56 al 33%, lo que se traduciría en 10 millones de argentinos favorecidos. Por supuesto, se refirió en varias ocasiones a los que considera sus mayores logros, el superávit fiscal y la baja de la inflación.

Otros de los aspectos destacados de su gestión, según Milei, fueron el despido de 40.000 empleados públicos «cuyos sueldos cargaban sobre las ya castigadas espaldas del sector privado» y la eliminación de «cajas de militancia» como el INCAA, el INADI, el ministerio de la Mujer y Télam, al tiempo que subrayó que su gobierno había vuelto superavitarias empresas  como Aerolíneas Argentinas e Intercargo, entre otras,  lo que no obstó para que en el caso de la segunda de ellas se produjera una desregulación, planificada por su elogiado ministro Federico Sturzenegger que la conduce hacia su destrucción. En el mismo sentido aludió a la eliminación de la obra pública negando que genere trabajo porque «cuando se la financia se quita capacidad de demanda en otros sectores y el empleo que se crea se destruyó en otras áreas de la economía donde sí la gente quería gastar». 

Sorpresivamente aludió también al avance en materia de transporte aerocomercial, obviando el escándalo de Flybondi, una aerolínea privada que cancela vuelos permanentemente y es considerada como una de las peores del mundo. Asimismo caracterizó como «el ejemplo más emblemático de nuestro modelo» a la eliminación «de la infame y difunta Ley de Alquileres» que a su juicio permitió una baja en el costo de los arrendamientos de hasta un 30% en términos reales, mientras estimaciones de las consultoras establecen que han subido hasta un 140%  en los últimos 14 meses. 

En otro orden de cosas, se enorgulleció de haber eliminado «el curro de los gerentes de la pobreza» ejercido por «un grupo de piqueteros sinvergüenzas», felicitó por su liderazgo a la ministra Patricia Bullrich, destacó que se había logrado el índice más bajo de homicidios de los últimos 25 años, lo que no explica la alusión al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, a quien invitó a «castigar a los criminales o dejarnos el camino libre a nosotros», tomando como excusa el salvaje asesinato de una niña de siete años. Cabe acotar que si en verdad en ese distrito, donde vive el 40% de la población del país, estuviera inmerso en «un baño de sangre», esa disminución no hubiera podido verificarse. 

Las protestas fuera del Congreso se hicieron oír incluso en la transmisión oficial.

Pero el aspecto más insólito de la disertación presidencial fue la referencia a la política exterior, cuya incoherencia motivó la renuncia a su cargo de la ministra del área, Diana Mondino, y el brusco viraje en relación con Ucrania, nación a la cual apoyó incondicionalmente en su guerra con Rusia, al punto de haber posado junto a Volodimir Zelensky en numerosas fotografías, para luego abstenerse de solicitar en la ONU el retiro de las tropas de ese país, un obsecuente gesto para con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien decidió soltarle la mano a un aliado al que había alimentado con nutridos fondos y pertrechos militares. Según Milei, la Argentina se ha convertido en un «protagonista inesperado» de la política mundial, gracias a «nuestras posiciones férreas en política exterior».

En otra vuelta de tuerca sobre el tema seguridad, el presidente embistió contra el «abolicionismo», propició la baja de la edad de imputabilidad y propuso el agravamiento de todas las penas del Código Penal. Otro de sus blancos preferidos fueron los inmigrantes, con quienes, dijo, «nuestra nación ha sido generosa, pero otra cosa distinta es ser tomado de tontos por nuestros vecinos». Así sostuvo la necesidad de que aquellos extranjeros que residan en forma transitoria o temporaria paguen por los servicios que utilizan, entre ellos las universidades. También propuso terminar con la discriminación positiva, porque «con la supuesta justificación de proteger a ciertos grupos percibidos como oprimidos, hemos perjudicado injustamente a los demás, vulnerando la igualdad ante la ley».

Las únicas alusiones del primer mandatario a la política industrial  y al régimen laboral fueron para considerar como obsoleto el sistema imperante, que «protege con beneficios a unas pocas personas que van quedando en el sector formal», ya que considera que proteger un puñado de puestos de trabajo encareció el costo de vida a millones de argentinos «forzándolos a adquirir bienes de dudosa calidad a precios completamente distorsionados», y completó el concepto alegando que «si en el proceso de apertura de la economía ingresa un producto de mejor calidad o mejor precio y quiebra una empresa, también es cierto que los consumidores ahora tienen más dinero en su bolsillo y los pueden gastar en otros sectores de la economía».

La mención presidencial al nombramiento de jueces independientes sin intromisiones políticas provocó sorpresa luego de que el Ejecutivo eludiera al Senado y nombrara por decreto a dos jueces para integrar la Corte Suprema.

Milei también subrayó la oportunidad histórica para entablar un acuerdo comercial con Estados Unidos aunque para ello haya que salir del Mercosur, «que lo único que logró desde su creación es enriquecer a los grandes industriales brasileños a costa de empobrecer a los argentinos», y consideró esencial avanzar en un acuerdo con el FMI para terminar de sanear el balance del Banco Central, al que durante la campaña propiciaba destruir.

Para finalizar, atacó a los legisladores, a quienes prácticamente exigió que apoyen ese acuerdo «para recomponer su relación con la sociedad, que parece irremediablemente rota» y si ello no sucediera, enfatizó, «sepan que eso no detendrá el proceso de cambio que el pueblo argentino nos encomendó. Lo vamos a hacer solos, lo vamos a hacer a nuestra manera, librando la batalla que haya que librar en todos los frentes para lograrlo».

El evento finalizó con un colorido espectáculo cuando Milei le reprochó a su vicepresidenta, Victoria Villarruel, que intentara dar por concluida la asamblea antes de que pudiera vociferar su consabido eslógan, «Viva la libertad, carajo», y con una grave patoteada de Santiago Caputo y su banda contra el diputado radical Facundo Manes, que en un tramo de la alocución presidencial había irritado al Presidente al exhibir la Constitución Nacional. La agresión se extendió a los periodistas que, además no pudieron ocupar su lugar habitual por una decisión oficial.

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