Homo Argentinum y El Eternauta muestran dos caras opuestas del cine argentino contemporáneo. La primera, protagonizada por Guillermo Francella, celebra al individuo: el que se esfuerza, compite y gana. La segunda, con Ricardo Darín, reivindica al grupo: nadie sobrevive solo, y la fuerza está en la solidaridad.

Homo Argentinum: el mito del mérito personal
La película de Francella plantea que el éxito depende de la astucia y la iniciativa de cada uno. El protagonista enfrenta desafíos casi imposibles y los resuelve solo, reforzando la idea de que el esfuerzo individual lo puede todo. Es un relato cómodo para quienes creen en la meritocracia, pero que ignora las barreras sociales que muchos enfrentan y que no se superan solo con talento o ingenio.
El Eternauta: la potencia de lo colectivo
Por el contrario, El Eternauta muestra que la supervivencia requiere cooperación. Darín encarna al líder que entiende que el grupo salva al individuo, no al revés. La serie celebra la solidaridad, la empatía y la acción conjunta, recordándonos que los problemas reales no se resuelven solos y que la verdadera heroína es la comunidad.
Dos visiones, una pregunta
Estas obras evidencian un debate cultural crucial: ¿queremos un cine que exalte al yo o al nosotros? Mientras Homo Argentinum ensalza el individualismo y la competencia, El Eternauta rescata la cooperación y la responsabilidad compartida. El cine, como espejo de la sociedad, nos hace elegir:
Al final, más allá de las críticas o aplausos, estas obras nos muestran que el cine argentino sigue siendo un espejo de tensiones sociales profundas: entre la competencia y la cooperación, entre la supervivencia individual y la fuerza colectiva. La pregunta queda abierta: ¿qué calidad héroe queremos tener?