El estudio de la historia de las ideas es decisivo en nuestros tiempos, porque un estudio de tal índole contribuye a perfilar nuestra concepción a las soluciones que necesita nuestro país.
La participación de los jóvenes en la política argentina se basa en el desarrollo de nuevos valores y paradigmas sociales que el futuro demanda en una sociedad y en la política de un país.
Mas de la mitad de los jóvenes no se siente representado ni identificado por los arcaicos partidos políticos o por los políticos que no lograron llegar a un sector etario que, cada día más, demanda participación política.
La participación de los jóvenes resulta importante para la organización crítica de la vida social; la realización individual y colectiva de un proyecto comunitario y el fortalecimiento de procesos de integración. Pero, además, es necesario fortalecer la capacidad de los jóvenes de ser actores de su propia vida; actores que puedan elegir, juzgar y ser capaces de llevar a cabo ellos mismos proyectos que les permitan desarrollar relaciones sociales. La participación de los jóvenes en los lugares donde se toman decisiones que afectan sus vidas es un derecho constitucional. Y también un medio para mejorar la forma de vida. Estimular la participación de los jóvenes en el espacio político y social, responde a la necesidad de fortalecer las prácticas y valores democráticos en la ciudadanía.
Tuvimos recientemente un episodio para analizar, cuando se produjo la asunción de la nueva presidente de la HCDN, la diputada Camaño decidió hacer alusión a la condición de mujer de la flamante presidenta de la Cámara baja como su principal “virtud” a destacar; nos dio el pie para abrir un debate mucho más profundo y que va más allá de la discusión sobre quién merece ocupar el cargo en cuestión:
¿Debemos alegrarnos por la designación de una mujer en un cargo importante, por el simple hecho de que se trata de una mujer y no de un hombre?
Un progresista respondería que sí, sin dudarlo, cobijándose en el argumento de que, al designar a una mujer, se estaría saldando una deuda histórica para con el sexo femenino (incluso si esto implica incurrir en casos de discriminación positiva) y que, por ende, estaríamos hablando de algo positivo y hasta de un avance en materia de igualdad y derechos humanos.
Suena poco feminista que lo importante a la hora de seleccionar a una persona para ocupar un puesto de poder no debería tener que ver con su sexo sino con su formación, su capacidad, su mérito y su intelecto.
No es de extrañarse que para los habitantes de un país cuyos funcionarios deciden dar la lucha contra la violencia machista inaugurando bancos rojos o puntos violeta en las esquinas, en lugar de debatir la posibilidad de que los femicidas tengan cárcel de por vida, el simple hecho de posicionar a una mujer en un cargo destacado pueda ser considerado revolucionario.
Sin ir más lejos, existe una parte de la juventud representada por el feminismo hegemónico actual que insiste en culpar a un supuesto patriarcado por todos los males que la aquejan, aún cuando desde hace años y muy felizmente ya gozamos de igualdad ante la ley para varones y mujeres en Argentina. Son los mismos que aplauden los cupos para mujeres y homosexuales como si pertenecer al sexo femenino o a la comunidad gay representara una discapacidad que nos impida llegar al mismo lugar que un hombre heterosexual.