En la ciudad de La Paz se intenta, a partir de distintas visiones estratégicas, inclinar el destino de la localidad hacia una proyección turística de excelencia. Seguramente muchas de las políticas se enfocan en ese sentido, pero también existen verdades irrefutables, a la vista de todo el mundo que confirman lo difícil que sigue siendo esa tarea.

Podríamos especular con la típica actitud de “mano dura”, al creer que una política mucho más agresiva de sanciones y/o multas a los frentistas, podría ser la solución. Otros tal vez, crean que la persuasión y campañas de estímulo hacia el vecino, llegue a provocar el cambio de actitud social en pos de una mejor convivencia.

Cualesquiera que sean las estrategias a implementar, desde hace un tiempo a esta parte, en la ciudad de La Paz se pueden observar espacios de usos públicos mejorados, programas que buscan reconstruir veredas de manera conjunta con los contribuyentes, mejoras en caminos y la seguridad a partir del recambio de luminarias, etc, etc. Pero sin embargo, aún son demasiadas las familias a las que poco les interesa acompañar ese perfil, que puede ser estimulado por un gobierno local, o por el progreso que necesariamente experimentan comunidades que desarrollan sus horizontes y perspectivas a partir de las miradas comunes que conforman la masa crítica, esa que, desde lo público, lo empresarial y lo socio-cultural, van definiendo el “hacia dónde queremos ir”.

¿Y SI NO ALCANZA POR LAS BUENAS?

Las sanciones por causar molestias continuadas a la comunidad de vecinos, van desde los ruidos molestos hasta la contaminación visual y abandono de tareas que son responsabilidades irrenunciables de los propios ciudadanos, y en el caso de los frentistas, dentro del código de convivencia, explícito o tácito(por aceptación y habito social), el mantenimiento, limpieza y mejoras de sus veredas, es una de ellas.

Alguien que habita en una torre de departamentos se puede llegar a enfrentar con la desagradable realidad de ver basura en las escaleras, oír música a todo volumen, malos olores, humos…las molestias causadas por los vecinos es una de las quejas más frecuentes de las comunidades vecinales cerradas o dentro de los edificios. Ahora bien, salgamos de un espacio menor y tomemos al casco urbano completo como nuestro gran ambiente, en el cual no solo habitamos, además sentimos, proyectamos, soñamos.

Si lo entendemos como nuestra gran casa, seguramente entenderemos también las grandes responsabilidades que nos cabe en su aseo.

¿El CAMBIO ES JUNTOS?

Terminar con esas actividades o prácticas que representan todo lo malo del ser conviviente puede ser un proceso simple, basta con que la máxima autoridad de la comunidad requiera al vecino el cese de las mismas, pero puede también convertirse en un largo calvario. Si el vecino infractor persiste en su actitud, la comunidad puede emprender acciones legales contra él que, aunque pueden terminar con sanciones de diversa consideración, suelen ser largas y engorrosas.

Sin llegar a extremos, las molestias causadas por vecinos es una de las quejas más frecuentes en cualquier comunidad. En el caso de La Paz, los desmanes en espacios comunes, roturas de elementos que fueron adquiridos (desde lo público y lo privado), para brindar un mejor servicio a los propios convivientes de la ciudad y a quienes eligen llegar como visitantes momentáneos, lamentablemente se ha convertido en una constante.

CUESTIÓN DE ACTITUD

En los últimos días y a poco tiempo de haberse construido una bicisenda con fondos de todos los ciudadanos, dinero invertido en sumar un servicio que garantiza seguridad para quienes eligen a la bicicleta como medio de transporte y recreación, se vio invadida por vehículos en pleno proceso de fraguado del cemento conque se la construyó. Una falta de respeto que fue advertida en redes sociales y denunciada mediáticamente por el propio Intendente. Pero en este caso, muchos reclamaron que se realicen las multas pertinentes, es decir, que enbtre en funcionamiento el ordenamiento institucional que rige, con sus debidas penas (monetarias). Nada de eso se hizo.

Los desmanes en el sector de playa, terminó en la necesidad de instalar nuevas cámaras de seguridad por parte de quienes tienen a su cargo la explotación comercial del bar.

Pero dejando de lado estos acontecimientos que, insisto, ya dejaron de ser extraordinarios; pasemos a otros mucho más comunes, diría “los de la cotidianidad”.

A solo tres cuadras de la plaza principal y del palacio municipal, lugar en el que se tratan las normas ciudadanas (Ordenanzas), los perfiles a los que aspira llegar como comunidad a partir del programa político de gobierno que propone un equipo ejecutivo que es elegido para justamente, ejecutar ese plan y concretarlo, nos encontramos con imágenes retrógradas, inaceptables para este tiempo, irresponsables.

Calle San Martín, peno micro centro de La Paz, un frente selvático y una vereda digna de un terreno destruido, abandonado. Pero en realidad es una de las tantas casonas típicas de ese escenario céntrico, donde se suelen ubicar operativos de tránsito para retener motos a infractores que, claramente corren con una tremenda desigualdad en la aplicación de las normas vigentes. Se busca ordenar la comunidad en frente del desorden estático que cualquier inspector con un poco de visual y sentido de la responsabilidad, podría captar y percatar.

VEO, VEO

Cualquier inspección de agentes municipales- debería considerar si se está cometiendo una falta o contravención o si sólo se trata de una comunidad de vecinos que pueden hacer y dejar de hacer lo que quieran, aunque esa actitud nos ofrezca una ciudad a contramano de lo que la mayoría aspira.

Así como las normas establecen que al propietario y al ocupante del piso en un departamento “no le está permitido desarrollar en él o en el resto del inmueble actividades prohibidas en los estatutos, acciones que resulten dañosas para la finca o que puedan ser consideradas por la autoridad como actividades molestas, insalubres, nocivas, peligrosas o ilícitas», así se puede establecer como criterio de justicia, una sanción para quienes habitan en estas inmensas casonas del centro de la ciudad, seguramente con el poder monetario suficiente como para mantenimiento, adentro de la misma, donde sus habitantes conviven entre ellos y AFUERA, donde sus habitantes conviven con el resto de la población.

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