Es una figura ineludible de la Argentina, tanto en lo político como en lo cotidiano. Aunque este 1 de julio se cumplen 50 años de su muerte, aún hoy se lo sigue invocando y su nombre aparece en numerosas avenidas, localidades, instituciones, edificios y hasta restaurantes.
En Argentina es usual cruzarse, en distintos ámbitos, con el nombre y la imagen de Juan Domingo Perón, quien fuera presidente constitucional del país en tres ocasiones; fundador de uno de los movimientos políticos más importante del país, el peronismo; y esposo de un mito que también ha tenido relevancia internacional: Eva Perón.
Perón era un coronel que comenzó a tomar relevancia a partir del golpe de Estado de 1943 que derrocó al presidente Ramón Castillo. Su participación en un principio fue secundaria, pero fue ganando influencia hasta convertirse en el secretario de Trabajo, ministro de Guerra y vicepresidente de Edelmiro Farrell. Sin embargo, el propio gobierno al que pertenecía lo encarcelaría en 1945. El 17 de octubre de ese año, fecha emblemática para el peronismo, miles de «descamisados», como en ese momento llamaban a los trabajadores, se movilizaron a Plaza de Mayo para pedir su liberación.
Este fue el punto mítico del nacimiento del peronismo, una fuerza política que perdura y sigue vigente hasta hoy, con todas sus idas y venidas. Tras recuperar su libertad, Perón ganó las elecciones de 1946 compitiendo por el Partido Justicialista, nombre oficial del peronismo como fuerza política. A lo largo de los años ha sido de derecha y de izquierda, privatizador y estatizador, muchas veces pragmático y otras dogmático, pero siempre central en la política argentina, incluso durante los numerosos años en los que estuvo proscripto, años en los que era considerado delito nombrar o aludir a su fundador.
¿Qué es el peronismo, qué propone y por qué sigue siendo importante en Argentina?
“Indudablemente en movimientos tan amplios como el peronista, de una amplitud tan grande y de un proceso cuantitativo tan numeroso, tiene que haber de todo en cuanto a ideologías se refiere”, sostenía Perón en 1973, tratando de explicar un fenómeno que durante años ha ocupado a numerosos estudiosos e intelectuales.
“El peronismo es la última concreción de la conciencia argentina, que es la incorporación de los humildes”, sostiene el exdiputado y dirigente peronista Julio Bárbaro. Es que, encarnado en las figuras de Perón y Evita, el peronismo se asienta en la idea de la justicia social, que, según el antropólogo Alejandro Grimson “se entiende como un equilibrio donde nadie quede completamente excluido de los procesos productivos, de las oportunidades de trabajo o de los derechos sociales básicos. No se plantea en los términos de igualdad al estilo de una ideología socialista de las clásicas que podríamos conocer”.
Grimson, autor de libros como “¿Qué es el peronismo?” sostiene que “hay tres banderas históricas que están vinculadas al desarrollo de la justicia social, soberanía política e independencia económica. Esas son las tres banderas históricas del propio Perón”.
Ya como secretario de Trabajo de la dictadura del ‘43, Perón había comenzado a hacerse popular con la universalización de derechos laborales que hasta el momento solo tenían algunos sectores, como las indemnizaciones por despido y las negociaciones de los convenios colectivos de trabajo. Luego, a partir de 1946 y durante sus dos primeros gobiernos, Perón consolidó su popularidad con políticas dirigidas a los más humildes a través de leyes, asistencia social, y con numerosas obras de infraestructura. También, a instancias de su segunda esposa, Eva, impulsó el voto femenino.
“En el primer peronismo fue la primera vez que las mujeres pudieron votar en Argentina. O sea, también hubo derechos políticos. En el kirchnerismo (2003-2015) fue el matrimonio igualitario, la identidad de género, otra serie de leyes que tienen que ver con derechos civiles que son muy relevantes para el respeto a la diversidad. O sea, hay aspectos de los gobiernos peronistas que no es muy razonable cuestionar, que generan beneficios y generaron pregnancia, es decir, cierta identidad”, agrega Grimson.
“Las cosas quizás hayan sido más simples y puedan resumirse en una palabra: Lealtad”, sostenía la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Lealtad que tuvo el pueblo hacia Perón porque la primera lealtad fue de Perón y de Eva hacia el pueblo. Así de simple y de sencillo”.
Con esa lealtad se construyó un mito: desde entonces Perón y Evita son venerados de manera casi religiosa por amplios sectores de la sociedad. Pero también odiados.
Los «antiperonistas», a quienes el peronismo tilda despectivamente de “gorilas”, siempre consideraron a Perón como un autoritario, le atribuyeron simpatía por el fascismo italiano y su líder, Benito Mussolini, cuestionaron el silenciamiento a la prensa crítica y la persecución de opositores.
Intentaron derrocarlo en varias ocasiones, hasta que un golpe militar en 1955 envió al líder a un exilio que duró 17 años.
Omnipresente en la política argentina, desde entonces el peronismo se expandió para abarcar en sus filas perfiles ideológicos opuestos: desde guerrillas izquierdistas, pasando por el sindicalismo hasta grupos paramilitares de derecha, que terminaron enfrentándose con violencia cuando su líder regresó al país en 1972.
En octubre de 1973, a los 78 años, Perón asumió su tercera presidencia, con su tercera esposa, María Estela Martínez, o Isabelita, como se la conocía, como vicepresidenta.
El líder fallecería ocho meses más tarde. Su esposa se sostuvo en el gobierno, aunque con mucha fragilidad y en un clima violento, durante 20 meses hasta ser derrocada por los militares el 24 de marzo de 1976, en lo que daría inicio la dictadura más sangrienta de la Argentina que se extendió hasta 1983.
El legado de Perón
El peronismo sigue vigente hasta hoy, aunque a lo largo de la historia ha representado a distintas corrientes políticas, a veces enfrentadas incluso electoralmente.
Así, por ejemplo, volvió al poder en 1989 con la presidencia de Carlos Menem, que aplicó políticas neoliberales como la privatización de empresas estatales y del sistema previsional, o el kirchnerismo, a partir de 2003, que devolvió a la esfera pública algunas de esas empresas y las jubilaciones.
Ambos tuvieron sus oposiciones por dentro y fuera del propio partido peronista. Pero todos evocan la figura de Perón y Evita “porque es un recuerdo que da votos”, sostiene Bárbaro. “El pensamiento se fue diluyendo, lo que quedó fue el recuerdo. Ese recuerdo da votos, pero las ideas…no saben de qué se trata”, agrega.
Los desencuentros internos de los últimos años llevaron al peronismo a perder varias elecciones, como las presidenciales de 2015. En 2019 el peronismo se unificó en el “Frente de Todos” para volver al poder con Alberto Fernández como presidente y Cristina Fernández de Kirchner como vicepresidenta.
“El Frente de Todos retoma profundamente la idea de la heterogeneidad del peronismo. Está procurando, al igual que hubo en distintos momentos de la historia del peronismo, que haya una síntesis”, apuntaba en ese entonces Grimson.
La última presidencia peronista estuvo signada por un fuerte enfrentamiento entre el presidente y su vice, pero el movimiento se mantuvo mayoritariamente unido para las elecciones de 2023 bajo el nombre de “Unión por la Patria”, aunque no alcanzó para ganarle al outsider libertario Javier Milei que hoy, con sus ideas de derecha, no duda calificar como una “aberración” a la principal bandera de Perón: la justicia social.