El peronismo puede y debe ser en conjunto con otras fuerzas de origen nacional, popular y progresista, un cauce para sostener los valores democráticos, además de la soberanía nacional, independencia económica y justicia social, imprescindible para una sociedad que progrese y sea más solidaria.
Por Alejandro Vanoli
Ciertos aniversarios convocan a la reflexión, pero más allá del fetichismo de los números, en este caso el 50 aniversario de la muerte de Perón, está la urgencia de repensar el peronismo en el presente dada la crisis que vive la Nación.
El peronismo puede y debe ser en conjunto con otras fuerzas de origen nacional, popular y progresista, un cauce para sostener los valores democráticos, además de la soberanía nacional, independencia económica y justicia social, imprescindible para una sociedad que progrese y sea más solidaria.
Por primera vez en muchos años, ciertos valores como la justicia social son cuestionados por una parte de la sociedad, incluyendo jóvenes que no vivieron los mejores años del peronismo en el Gobierno y que como mucho tienen recuerdos de entre 10 y 15 años.
Más allá de las falencias del gobierno anterior –sin dejar de considerar la pandemia- y las disputas internas que contribuyeron a la falta de resultados y a la derrota de noviembre pasado, los signos de crisis llevan varios años. Desde el año 2011 el peronismo solo ganó la elección de 2019.
Hay cinco puntos, entre varios otros que explican tales resultados:
- Problemas económicos irresueltos La crisis del peronismo es también la crisis de otros partidos políticos como ocurre con la UCR y el PRO, decadencia que es del sistema político en general por la yuxtaposición de una crisis que en Argentina arrancó en su última fase en 2018 con la crisis financiera, tras el fuerte endeudamiento de 2016 a 2019, el regreso del FMI, la reintroducción del cepo en septiembre de 2019, las necesidades fiscales que generó la pandemia y la inflación espiralizada de 2022 en adelante. El Gobierno anterior no pudo revertir la crisis de 2018 ni tener una estrategia antinflacionaria como demandaba la ciudadanía.
- Problemas de liderazgo Un tema que determinó los problemas de gestión del Gobierno anterior es la disfuncionalidad para el peronismo del hecho que el Poder Ejecutivo esté a cargo de un líder formal que entra en conflicto con el líder real. Pasó entre 2019 y 2023 e impidió un rumbo claro. No fue ni un gobierno de AF ni de CFK. En 1973 esta disfuncionalidad para el peronismo terminó con la renuncia de Cámpora. Antes y después Perón, Menem, Néstor Kirchner y Cristina Kirchner fueron líderes indiscutidos y ejercieron con un rumbo definido la gestión. Fueron gobiernos fuertes más hacia la “izquierda” o “derecha” sin crisis de gobernabilidad ni cuestionamientos a la eficacia. El gobierno anterior no pudo ser eficaz.
- Cambios en valores, formas de producción e impacto en el sujeto social Una cuestión importante tiene que ver con la representatividad. El cambio tecnológico y de la sociedad determina otras aspiraciones y valores. El mundo del trabajo ha cambiado significativamente con fuerte crecimiento de empleos independientes, muchas veces precarios donde la representatividad sindical pierde fuerza. El peso del sector industrial, el fuerte del peronismo cede al crecimiento de los servicios. En la última elección fue marcado que el peronismo perdió por primera vez en forma rotunda la representación de sectores humildes especialmente jóvenes, que como dijimos tienen memoria histórica del estancamiento de Argentina de 2011 a la fecha con un empleo privado que no crece desde 2012.
- El malestar de la globalización Por supuesto que esta crisis se enmarca también en una crisis de la globalización que afectó a socialdemocracias, y a la izquierda y que genera un creciente pensamiento más radical de derecha, inclusive de ultraderecha. En Argentina sectores humildes que eran mas cercanos a posiciones peronistas, encauzaron el deseo de una vida mejor que era patrimonio histórico del peronismo como motor del cambio social votando a Milei.
- Impacto de la pandemia. Mas allá de los factores anteriormente expuestos, las crisis económicas y el fuerte impacto de la pandemia, con un significativo impacto económico e individual por las medidas de aislamiento, barrió con los oficialismos que perdieron en todo el mundo salvo Francia y México.
Todos estos factores reflejan un profundo desencanto social con la política y con el peronismo que es necesario revertir con decisión, pragmatismo, unidad y renovación de acuerdo a las necesidades de la hora. Una hora donde hay silencios que aturden y duelen.
La autocrítica debe implicar hacerse cargo y actuar firmemente con episodios de corrupción o reñidos con el decoro, más allá de la doble vara de ciertos medios.
Como señaló Pepe Mujica el progresismo y el movimiento popular debe ser ejemplar. No cargo las tintas en este artículo respecto al rol de los medios de comunicación o los poderes fácticos en la derrota, porque con los mismos medios y con los mismos grupos económicos el peronismo ganó en 1987 y 1989. También en 2003, 2005, 2007 y 2011.
Por cierto, ayudó entre 2003 y 2011 un ciclo externo favorable que potenció el crecimiento más allá de aciertos en su administración. Pero la ampliación de consumos y derechos no fue de la mano del cambio cultural ni de un cambio de la matriz productiva, que evite la restricción externa, ni logró perforar la pobreza estructural. Tampoco se pudo revertir un deterioro del Estado y de la infraestructura que arrancó en los años 70.
Perón y luego el peronismo fueron siempre pragmáticos con fuerte conexión con la realidad de su tiempo y eso alimentó diversos cambios tácticos y hasta reinvenciones adaptadas a los tiempos como en 1989 y 2003. Dejando de lado el período de proscripción, el peronismo tuvo dos grandes crisis que desembocaron en la derrota de 1983 y de 2015.
La primera llevó luego de dos años a una renovación encarnada por Cafiero y Menem que permitió una recuperación con triunfos en 1987 y 1989. La segunda pareció saldarse con la unidad en el Frente de Todos incluyendo a CFK y el kirchnerismo mayoritario, con sectores escindidos luego de 2013 incluyendo como Massa y el propio Alberto Fernández, pero esta “renovación” a diferencia de la de 1985 aún está pendiente.
¿Qué implica una renovación para ser alternativa?
Nueva Conducción Las elecciones de noviembre de este año son una oportunidad para que los afiliados y eventualmente independientes determinen una nueva conducción. La propia CFK señaló que otros dirigentes deben tomar el bastón de mariscal.
Necesidad de una autocrítica Una conducción del conjunto debe incluir una autocrítica por los errores cometidos que desembocaron en el triunfo de Milei. Esto con distintos grados de responsabilidad compromete al conjunto. Debe ser profunda y rápida para avanzar en una estrategia para ser una oposición eficaz, con propuestas para la elección intermedia de 2025 y un programa de gobierno para 2027. Explicar a la sociedad porque no se bajó la inflación ni mejoró la equidad, porque se siguió subsidiando a sectores medios altos, porque no se pudo salir del “cepo” tras 4 años de gobierno. Porque no se recuperó la moneda o el crédito hipotecario. Que se hizo de mal, que se hizo de bien, que se debe hacer distinto.
Estrategia como oposición eficaz El peronismo debe articular una estrategia que permita mantener la unidad y ejercer una oposición clara y responsable.
Propuestas para 2025 y un Programa de gobierno para 2027 La conducción debe articular instancias de debate y participación de cuadros técnicos y ciudadanos para establecer un programa que sea fiel reflejo de las banderas históricas del peronismo, adaptadas instrumentalmente a los nuevos tiempos. Un programa que vuelva a enamorar a la sociedad.
Un tema crítico es cómo conciliar la unidad en la diversidad. Es fundamental que se acepte que el peronismo es un movimiento policlasista y diverso que siempre tuvo expresiones más conservadoras y más progresistas. Como decía Mao se debe caminar con las dos piernas.
Entiendo que debe mantenerse tal característica que de fuerza y unidad para ganar como en 2019, pero debe ser una unidad eficaz para gobernar. Con un adecuado liderazgo el regreso de quienes se fueron del PJ o se distanciaron debe incluir un claro respaldo a un programa de justicia social, independencia económica y soberanía política más allá de matices respetables en su instrumentación.
Una conducción clara que exprese al conjunto debería articular al conjunto de los Gobernadores y bloques parlamentarios para evitar fugas, dispersión y episodios de “borocotización”.
Para que el peronismo sea una fuerza de futuro debe empatizar con la sociedad, bien diferente a la sociedad industrial, con empleos formales en relación de dependencia. Una sociedad que ha mutado en cuanto a aspiraciones, menos atada a pautas culturales y sociales más rígidas y estables como era en el siglo XX.
Ello implica reconocer la diversidad del sujeto social “pueblo”, de la categoría “trabajador” y reconocer una (temporal) relativa derrota cultural que en América Latina como el propio García Linera ha señalado, hace que incluso los beneficiarios de políticas públicas y sociales voten a sectores que denuestan la equidad y la justicia social.
Como hemos señalado en anteriores columnas esto exige repensar el rol del Estado y las políticas sociales en el nuevo contexto y bregar por un Estado realmente presente y eficiente y con derechos laborales. Estado presente y derechos laborales que no llegaron a los indigentes y a trabajadores informales.
Se trata entonces de que el peronismo debe encarnar sus valores en tiempos de un mayor individualismo, con gran conexión a la tecnología y desconexión social, un tiempo signado por la emergente inteligencia artificial que cambiará radicalmente el trabajo, tiempos de redes sociales con hoguera de vanidades individuales y tiempos de odios. Una época de crisis del concepto tradicional de familia, de educación, carrera. Tiempos con menos mandatos, crisis de identidad y búsqueda de sentido.
Un tiempo donde el peronismo y el movimiento popular debe sostener sus banderas, pero flamearlas con convicción con nuevos actores y nuevas formas. Un peronismo que tenga una política de seguridad ante una inseguridad que castiga a los pobres, que incluya prevención y sanción efectiva al delito, pero también inclusión social y trabajo, que aleje a la gente del narco.
La respuesta está en replantear las 3 banderas.
La soberanía política es esencial en este mundo de guerra de bloques. Un período donde Estados Unidos, China y Europa refuerzan a sus Estados para disputar la hegemonía. Una independencia económica que se nutre del nuevo proteccionismo que vive el mundo en la última década y del regreso de políticas industriales con cadenas de valor nacionales que promuevan trabajo, producción y por ende desarrollo, esto es crecimiento equitativo y sustentable.
En ambos casos Argentina se debilita como Nación en una apertura unilateral que a diferencia de los años 90 es a contramano del mundo. Una Argentina que debe volver a la multipolaridad y a la integración regional como estrategia de soberanía política dado el citado contexto mundial.
La justicia social, es un valor a recuperar y que la gente va a demandar al vivir crudamente en estos meses, la destrucción del Estado (de nuevo que era y es necesario reformar y hacer eficiente y verdaderamente presente). Un paraíso para los monopolios privados enaltecidos que son la vieja-nueva casta depredadora.
Son tiempos oscuros de un sálvese quien puede en el marco de una ley de la selva donde los lobos se están devorando a los corderos y donde el pueblo en el límite recurrirá al recupero del valor de la solidaridad, que subyace a pesar de todo en el espíritu de la Nación.
Un peronismo que debe ser promotor de producción y trabajo, más allá de contemplar temporalmente un esquema de contención social organizado por el Estado sin terciarizaciones, pero articulando con sectores de economía popular trabajo digno.
Un movimiento que promueva una ciudadanía libre. La sociedad busca la libertad, pero la libertad solo es posible con conciencia que se nutre de educación, salud y trabajo y de lazos sociales.
Ciudadanía libre que solo puede ejercerse en el marco de una República y una verdadera democracia. Una comunidad organizada que concilie el desarrollo personal con el de la sociedad. Sea este un aporte para una necesaria construcción colectiva en cabeza del único heredero: el Pueblo. Hace falta una revolución en el peronismo, para que la sociedad le vuelva a dar su voto de confianza, porque como como dijo Eva Perón, será revolucionario o no será nada.