La movilización estudiantil se resignifica y adquiere nuevas formas: las asambleas son una constante y las clases, abiertas a la comunidad. La defensa de la educación pública, una causa de todos.
Por María Carolina Stegman
El ataque del Gobierno a las universidades pareciera escribir cada día un nuevo capítulo que, a todas luces, se sostiene en el desconocimiento flagrante de lo que significa la educación pública y gratuita en un país donde desde 1949, gracias a un decreto que puso fin a los aranceles y dio inicio a la gratuidad universitaria, las casas de altos estudios abren las puertas a toda la sociedad. A la famosa motosierra, que según los últimos datos del Conicet significó un desplome de la inversión en Educación de más del 40%, se suma la difamación, los datos falaces y el inicio de una siembra discursiva violenta que intenta construir la figura del estudiante universitario como sujeto peligroso.
«Muchos de quienes estudiamos en la universidad pública estamos bajo la línea de pobreza. Mis papás no pisaron una universidad, y si no fuese pública yo tampoco tendría medios para pagar mis estudios, esta universidad es nuestra segunda casa, es una promesa de esperanza.»
Enzo, estudiante de Trabajo Social en la UNLaM.
No obstante, quien recorra las casas de altos estudios, cuya fuerza quedó demostrada en los últimos días tras el veto a la ley de financiamiento universitario con todas las universidades del país reaccionando al unísono en Buenos Aires, Córdoba, Rosario, La Pampa, La Patagonia, San Luis, Tucumán, Jujuy, Salta, entre otras cientos de ciudades, podrá advertir que las llamadas «tomas» adquieren un tono de lo más creativo y son absolutamente pacíficas y consensuadas con todos los actores que integran las instituciones. Acción salió conversar con chicos y chicas que organizan asambleas, aprovechan el corte del semáforo para volantear y contar lo que pasa, asisten a clases públicas, marchan, están de «vigilia» toda una noche lejos de la comodidad de sus casas para defender sus derechos, pero por sobre todo avivan la llama de la lucha colectiva.
Ya con el sol escondiéndose, la Plaza de la Democracia, de la Universidad Nacional de Lanús (UNLA), en Remedios de Escalada, es escenario de una asamblea de docentes, no docentes y estudiantes. Allí se decide las formas de lucha para los próximos días que, sostienen, deberá ser articulada con otros sectores sociales. Dulcinea Rossetto (26) es estudiante de Ciencia Política y Gobierno y no duda en afirmar que el presidente Javier Milei «tiene una lectura errónea de la vida universitaria, de quiénes somos los estudiantes». En diálogo con Acción señala que después del 15 de cada mes hay una deserción muy grande en las aulas. «Los pibes no llegamos a fin de mes, no nos alcanza para cargar la Sube, tenemos que trabajar más horas extra para llegar a fin de mes, comprar comida. En mi caso soy primera generación de estudiante universitaria, como el 80% de los estudiantes de la UNLA, mi papá es jubilado y mi mamá empleada de comercio, somos clase trabajadora, lejos de ser ricos», asegura y agrega: «Tras el veto y la traición de los legisladores, quedó claro que Milei y Pettovello nos eligen como sus enemigos. Es la oportunidad de darle movimiento a la comunidad universitaria, pero entendiendo que la formación es lo más importante dentro de las universidades, por eso hoy la toma es activa, esto implica seguir con las clases pero públicas, para que la comunidad vea lo que pasa adentro, hacer asambleas, marchar, articulando además con otros sectores como los jubilados y trabajadores; es necesaria esta unión».
«Soy segunda generación de estudiantes en mi familia, porque mi mamá estudió de grande gracias a que la universidad es gratuita, porque éramos muy pobres.
Hasta ahora la educación pública se daba por sentada, no luchamos nosotros por la educación pública universitaria. Hoy la lucha nos interpela a todos: estudiantes, jubilados y trabajadores.»
Mayra, estudiante de Medicina UNLaM.
Luciano Ledesma, egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), asistió a la clase abierta del último miércoles organizada por las autoridades, estudiantes, docentes y no docentes en Plaza Grigera, a pocas cuadras de la estación. En diálogo con Acción cuenta que es primera generación en su familia en acceder a la educación superior junto a su madre y hermano.
«Creo que el presidente ignora la realidad, no conoce los pasillos de la universidad pública, ni las aulas, los estudiantes somos de clase media y baja y nos sacrificamos para venir a estudiar. Soy el primero de mi familia junto con mi mamá y mi hermano, quienes también pudieron estudiar y se recibieron en la misma universidad; mi mamá salía a vender alfajorcitos para sostenernos; no puedo estar más en desacuerdo con Milei», sostiene emocionado este exalumno, hoy referente estudiantil que participa de los ruidazos en los semáforos, volanteadas y radios abiertas que utilizan los estudiantes para visibilizar la lucha.
Para el vicerrector de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNLZ, Néstor Urretabizkaya, la realidad mata el relato de Milei. «Nuestra Facultad recibe alumnos de diversas clases sociales y sobre todo de clase social muy baja, en donde la oportunidad de estudiar es única. Además, tiene una gran cantidad de becas porque tenemos muchos alumnos en situaciones de fragilidad. Lo gratificante es que hay alumnos que terminaron la carrera con mucho esfuerzo y hoy trabajan en el exterior, con lo cual el ascenso social que permite una universidad pública es real, doy fe que hay muchos casos. Lamento los dichos del presidente, si no fuese por la universidad pública no se podría dar oportunidades a la población», asegura y agrega que hoy hay otro tipo de «toma», por eso prefiere hablar de vigilia o de asamblea: «Que sean los propios estudiantes quienes hagan el reclamo, con paro, con marchas, con clases públicas; queremos estar atentos, pero con los alumnos, docentes y no docentes», señala.
«Decir que a las universidades van los hijos de los ricos forma parte de una estrategia que tiene el presidente, que es la de desconocer intencionalmente la realidad de las universidades nacionales y particularmente las del conurbano. Soy primera generación de estudiantes en mi familia.»
Sebastián Calabrese, estudiante de Ciencia Política, de la UNLA.
«Salir a marchar, fortalecernos para mostrar lo que se hace en las universidades, todos los docentes y no docentes estamos comprometidos con los alumnos que acompañan. No nos sentimos amenazados además por las auditorías, si hay una institución que siempre ha sido auditada es la universidad pública, el 80% del presupuesto nuestro se va en sueldos, que auditen. Por otra parte, las universidades públicas son de las pocas instituciones que aún tiene consideración en la sociedad y respeto. No soy muy optimista en el corto plazo, veo un deterioro progresivo, pero creo que es la manera de seguir combatiendo por lo que queremos y generando consensos», concluye Urretabizkaya.