Un viejo debate despierta con cada noticia que involucre a miembros de la fuerza policial en Entre Ríos que pierde la vida, o en accidentes o por autodeterminación. El abordaje de la salud mental dentro de la institución, los magros sueldos y las recargas de tarea con el atropello a los derechos laborales incluído. Temas sensibles que un escrito anónimo viralizado en redes sociales, emerge en una provincia donde las estadísticas que incluyen estos casos dramáticos, son impactantes.

El texto tomó otra dimensión ya que surge poco después de haberse registrado otro hecho fatal que involucró a una mujer policía. La policía de 35 años había resultado herida dentro de su auto, estacionado frente a la División 911, en las 5 Esquinas, de Paraná. Estaba internada desde el lunes y falleció en la noche del martes.

Las líneas que invitan a reflexionar esta problemática fue qcompañado de imágenes de policías que perdieron sus vidas en los últimos meses en Entre Ríos.

Escrito anonimo (xq si lo hacés de manera publica sufrís las consecuencias)

«Ayer, otra vez, estamos de luto. Una compañera de trabajo tomó la decisión más dolorosa: quitarse la vida. Hace apenas un mes, otro compañero también se suicidi0, y en esos mismos días, dos más. No son hechos aislados. Lo que está ocurriendo en la fuerza es una tragedia que tiene responsables y causas estructurales que no se pueden seguir ignorando.

Somos policías, pero también somos personas. Y como personas, estamos siendo empujados a situaciones límite. Trabajamos guardias de 24 horas sin dormir, expuestos al agotamiento físico, mental y emocional. Después de esas 24 horas, no hay descanso real: llegamos a casa solo a bañarnos, comer algo e intentar recuperar un poco de sueño. No hay tiempo de calidad con nuestras familias, no hay equilibrio, no hay vida fuera del uniforme.

Estar enfermo tampoco es un derecho. Si un compañero se enferma, además de luchar contra la enfermedad, tiene que enfrentarse a la retención del arma, a la pérdida de parte de su sueldo, y a una burocracia que puede tardar meses en devolverle lo que por ley le corresponde. ¿Y qué pasa mientras tanto? No puede hacer horas extras. No alcanza el dinero. Y la salud se sigue deteriorando.

A esto se suma el destrato institucional. El personal policial vive con sueldos muy por debajo de la canasta básica, y muchas veces debe gastar de su bolsillo en uniforme, comida, o incluso en reparar los móviles. Mientras tanto, vemos cómo desde arriba —el Ministro, el jefe de la fuerza, funcionarios— viven con todos los privilegios que se pagan con dinero de la caja policial. Dicen que no hay plata para mejorar nuestras condiciones, pero sí hay para campañas políticas, para pintar patrulleros y comisarías solo para aparentar una gestión que no mejora nada en lo esencial.

Estamos cansados. Estamos extenuados. Estamos explotados laboralmente y mal remunerados. Y lo más grave: estamos perdiendo compañeros y compañeras por un sistema que nos destruye de a poco.

Esto no puede seguir así. Ya no es solo una crisis laboral: es una emergencia humana. Necesitamos que se respeten nuestros derechos, que se garanticen condiciones dignas de trabajo, que se cuide nuestra salud mental, física y emocional. Necesitamos que dejen de mirar para otro lado.

Porque no queremos seguir despidiendo compañeros. Porque también tenemos derecho a vivir.»

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