Miles de personas marcharon en repudio al acto de reivindicación de la dictadura organizado por Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza.

Por Adriana Meyer

A Claudia Suárez la dictadura le pegó de rebote, tiene un primo desaparecido. En casa desde siempre entrenó a toda su familia en la empatía y por eso ayer estuvo con su hija Clara rodeando la Legislatura junto a miles para repudiar la convocatoria de Victoria Villarruel. La candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza (LLA), el partido de Javier Milei, organizó un «homenaje a las víctimas del terrorismo», en un nuevo intento de asimilarlas a las vidas que arrancó el terrorismo de Estado desplegado durante la última dictadura cívico-militar. Ya habían preparado su bolso con agua, y los carteles que rezaban «al fascismo no se lo homenajea, se lo combate», cuando escucharon al presidente Alberto Fernández que dijo por televisión: «No somos negacionistas de la dictadura, son negacionistas los que hablan de libertad».
Clara todavía está en la secundaria y tuvo suerte: su profe de Historia les recordó que no hay «dos demonios», que los delitos cometidos por las organizaciones armadas prescribieron porque no eran de lesa humanidad, como sí lo fue el genocidio que llevaron a cabo los represores cuando ocuparon el Estado. Esos crímenes son imprescriptibles, tal como establecen las leyes nacionales e internacionales, y por eso siguen en marcha los juicios de lesa humanidad, que desde la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final fueron 319, con 1.146 condenados y 253 absueltos. En la actualidad se desarrollan 14 debates orales en siete provincias, pero de los 240 imputados solo 185 siguen en el banquillo porque 37 fallecieron y 18 fueron declarados incapaces. Es la llamada impunidad biológica. En cambio, el caso de uno de los invitados de Villarruel, el secuestro del coronel Julio Larrabure, ya fue juzgado y la Justicia en 2018 rechazó los pedidos para reabrir la causa.

Abanderados de la impunidad

Las actividades de repudio a lo que fue calificado como «una provocación y una apología del genocidio» comenzaron temprano, con una conferencia de prensa en Diagonal Sur y Perú, convocada por el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, y a la que se sumaron Madres Línea Fundadora, la APDH, la APDH La Matanza, Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz, la Fundación Memoria Histórica y Social Argentina, la Comisión Zona Norte, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), Buena Memoria, la Liga Argentina por los Derechos Humanos (LADH) y Familiares. «Vamos a repudiar con todas nuestras fuerzas esta acción de los liberfachos para garantizar la impunidad de los genocidas, esa es la historia de Villarruel, conocida defensora de ellos desde los primeros juicios, en 2006», dijo Alejandrina Barry, hija de desaparecidos y legisladora por el FIT-U. A su criterio, el acto también busca volver a darle prestigio a las Fuerzas Armadas de cara a una avanzada represiva que sería desplegada en un eventual Gobierno de LLA. «Hablan de memoria completa, la memoria completa sería decir que queremos encontrar a todos nuestros hermanos apropiados, que falta juzgar a los civiles, los empresarios que tuvieron centros clandestinos de detención en sus fábricas, que –como decía Rodolfo Walsh– llevaron adelante un golpe de Estado para imponer la “miseria planificada”».

Al rato, puertas adentro de la Legislatura los empleados estatales nucleados en ATE armaron una ronda improvisada para expresar su rechazo a la actividad organizada por la legisladora de LLA Lucía Montenegro, autoproclamada antifeminista y quien accedió a su banca con asesores del partido filonazi de Alejandro Biondini, y por un acuerdo entre Milei y José Bonacci, conocido en Santa Fe como admirador del nazismo y de Adolf Hitler.


Con el paso de las horas, organismos de derechos humanos, sindicatos, partidos políticos y movimientos sociales se congregaron para rechazar el homenaje organizado por la candidata de la LLA y alertar sobre la validación de la dictadura. Mirta y Teresa compartían la certeza de que esa era «la primera de muchas otras marchas», mientras a su lado Carlos lamentaba que algunas organizaciones importantes no hayan llamado a manifestarse en la calle contra la postulante a vice de Milei.

Clara le pregunta a su mamá quién es Villarruel, y a Claudia le parece elocuente contarle que su nombre aparece como contacto en la agenda del torturador Miguel Osvaldo Etchecolatz, tal como surge del allanamiento a la cárcel de Marcos Paz durante la investigación por la desaparición del testigo Jorge Julio López. En esa prisión también estaba el represor Norberto Cozzani, miembro de la patota que secuestró a la nieta de Chicha Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. «Villarruel iba a visitarlo también a él a la cárcel, donde estaba condenado por haber secuestrado, violado y matado de manera sistemática», explica Claudia.


Para más datos, Analía Kalinek cuenta que Villarruel «es hija obediente de genocida, su padre murió impune y su tío no fue juzgado por su estado de salud». Kalinek es hija del represor Eduardo Kalinek e integra Historias Desobedientes, una organización formada por quienes se rebelaron y repudiaron a sus familiares genocidas.

Demonios recargados

La manifestación se va poniendo intensa del lado de afuera, hay varios actos, muchas columnas y centenares de banderas. Hasta Eloy y Milagros, del Tercer Malón por la Paz, acercaron su representación. «Es nefasto haberle dejado la Legislatura porteña, que es de todos los ciudadanos, a un grupo liderado por una mujer que visitaba a Videla en la cárcel, es negacionista, es una afrenta a los que sobrevivieron el genocidio y son los únicos que cuentan lo que pasó en los campos de exterminio, los secuestros de niños, es una falta de respeto a quienes sufrimos la pérdida de nuestros familiares», dijo Mirta Israel, con el cartel de su hermana Teresa, desaparecida, a un cronista de televisión. Clara estaba cerca y paró la oreja.
Una parte del enorme operativo desplegado por la Policía de la Ciudad, con un vallado que bloqueó el paso en todos los ingresos a la Legislatura, impidió un escrache de los manifestantes a la candidata a gobernadora bonaerense Carolina Píparo, que se reía nerviosa mientras le cantaban «como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar». Tanto vallado no permitió que algunos de los invitados de Villarruel pudieran asistir al acto, entre ellos Delfina Wagner y Ximena de Tezanos Pinto, señaladas por la querella de Cristina Fernández de Kirchner en la causa por el atentado en su contra.

El Palacio Legislativo de la Ciudad no siguió los pasos de la Feria del Libro y de la Biblioteca del Congreso de la Nación que en marzo y abril, respectivamente, suspendieron la presentación del libro del carapintada José D’Angelo. Ayer Villarruel proyectó imágenes de los atentados realizados por organizaciones guerrilleras en los años 70, fue aplaudida dentro del Salón Dorado, donde no hubo libre acceso a la prensa, y abucheada afuera. «El Estado viola el deber de protección a estas víctimas para garantizar impunidad a un grupo de violentos que hasta el día de hoy gozan de su libertad y de las garantías democráticas», expresó en su discurso la postulante a la vicepresidencia.


Claudia se abraza con sus compañeros y compañeras de militancia, los siente su familia, su tía nunca se animó a hacer la denuncia por la desaparición de su primo. Por estos casos es que la estimación de la cifra de desaparecidos puede ser incluso mayor que 30.000, al contrario de lo que declaman los negacionistas. Su hija guarda en la mochila un libro que le prestaron, Los dos demonios (recargados) (Marea 2018), donde el sociólogo Daniel Feierstein advertía que «si la teoría de los dos demonios recargada gana la disputa, entonces cualquier acción en el presente es intencionalmente distorsionada para homologarla y así justificar la represión».

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