Los expertos en instalación de cámaras, sistemas de audio y software de seguridad advierten que la forma y la complejidad con que se organizó la grabación del encuentro en el Banco Provincia revelan, por un lado, que el objetivo era el espionaje y no la seguridad, y por otro, que debió mediar una orden de altas autoridades. La hipótesis principal es que toda la operación era de máxima importancia para la Casa Rosada.
Por Raúl Kollman
La reunión de los nostálgicos de la Gestapo se grabó con dos cámaras distintas y el sonido, en principio, se tomó de uno o más micrófonos, posiblemente cableados en la mesa del encuentro o en algún punto estratégico del techo. Está claro que las dos cámaras no eran de seguridad porque ninguna de las dos enfocaba a las puertas, sino que estaban concentradas en la mesa: el objetivo, claramente, era de espionaje, no de seguridad.
En cualquier caso, la instalación de esa estructura llevó varias horas y se hizo, o bien con autorización de las autoridades del banco o a través de una empresa, contratada por el Bapro –no existe en los registros– que simuló ser de seguridad, pero trabajaba también para la Agencia Federal de Inteligencia (AFI).
La marca de agua de la firma Axis podría ser original de las cámaras, que no se encontraron hasta el momento, o del software con el que se trataron las imágenes. Se supone que el salón de reuniones del séptimo piso del edificio del Bapro fue cedido por pedido de las máximas autoridades del gobierno bonaerense, pero se están estudiando las comunicaciones por mail para ver si se puede establecer quién exactamente hizo el pedido. Por ahora no aparece nada oficial, lo que ratifica la idea de que el encuentro tuvo mucho de clandestino.
La hipótesis principal es que toda la estructura se armó porque la reunión era de la máxima importancia para la Casa Rosada, al punto de que –en un hecho inédito– concurrieron tres altísimos directores de la AFI, y que el ministro de Trabajo bonaerense –un cargo de bajo rango nacional– y el titular de la central de espías estuvieron con Mauricio Macri poco tiempo antes del encuentro que se eternizó en las cámaras.
Página/12 consultó a varios expertos en instalación de estructuras, cámaras, audios y software de seguridad. Parte de las conclusiones estarán, en los próximos días, en manos del juez Ernesto Kreplak y la Comisión Bicameral de Seguimiento de los Organismos de Inteligencia, que preside Leopoldo Moreau.
Cámaras de espionaje, no de seguridad
Un análisis sencillo de las imágenes indica que la reunión se registró con dos cámaras.
Una estaba situada detrás y arriba de la cabecera en la que estaba Juan Sebastián De Stéfano, el director de Legales de la AFI, con Julio Garro a su derecha.
La segunda cámara se ubicó en la otra punta, detrás de la cabecera en la que estaba sentado el ministro de Infraestructura bonaerense, Roberto Gigante.
Con el primer ángulo, el ministro de Trabajo, Marcelo Villegas, aparece de frente. Con el segundo ángulo se lo ve casi de espaldas.
Para los expertos, las cámaras de seguridad están enfocadas principalmente a identificar a quién entra o quién sale de un lugar. No es el caso de estas cámaras. Apuntan muy lateralmente a las puertas y están concentradas, las dos, en la mesa.
La calidad del sonido
Un elemento fundamental es que los especialistas destacan la calidad del sonido, inhabitual en la grabación de videos de seguridad. Por lo general, las cámaras en 2017 no tenían micrófonos de semejante nivel.
Hay indicios de que, además, se percibe muy de cerca el movimiento de algún papel, lo que hace pensar que la mesa estaba cableada o que existía algún micrófono en el techo, más cerca de la mesa.
Por supuesto que es muy posible que también los micrófonos hayan sido más de uno. De todas maneras, lo que está claro que el objetivo era grabar el contenido de la reunión –de esa o de otras– y no el ambiente en general.
Instalación clandestina
Todos lo expertos coinciden en que la estructura de grabación no se instaló en unos minutos: requirió tiempo y, por supuesto, autorización de las autoridades del banco.
Está claro que las cámaras no estaban cuando la gestión de Daniel Scioli dejó la gobernación de La Plata y también está probado que las cámaras no estaban cuando asumió Juan Cuatromo, designado por el gobierno de Axel Kicillof. Es decir, todo ocurrió durante el macrismo.
La marca de agua de la empresa Axis debería ser un indicio. Como adelantó Página/12, la compañía norteamericana le dijo a la Comisión Bicameral de Inteligencia que no tiene sede en la Argentina, sino dos distribuidores, Anixer Argentina y Distecna S.A. Ninguna de ellas figura como proveedora del banco. Como se señaló en este diario, Axis publicita la bondad de sus productos poniendo como ejemplo la instalación de 800 cámaras en Vicente López, municipio gobernado por el PRO.
Pero en la AFI afirman, supuestamente en base a información interna, que el dispositivo fue colocado por la central de espías, obviamente en época del macrismo. Eso llevaría a pensar que alguno de los dos distribuidores le vendió cámaras y micrófonos a la propia AFI. Por ahora, la documentación no aparece, aunque ya se sabe que en épocas de Gustavo Arribas buena parte de las transacciones se hicieron con fondos reservados y en negro.
Los especialistas consideran que la marca Axis podría haber quedado a raíz del tratamiento de las imágenes por un software comprado a esa empresa. Todo deberá ser investigado por el juez Kreplak.
Las autorizaciones no aparecen
Si el trabajo de colocación de la estructura de espionaje requirió varias horas, debería haber alguna autorización, pedido o trámite de cualquier naturaleza, hecho a la dirección del banco. También tendría que haber un pedido del uso del salón para utilizarlo en ese encuentro. Por lo general, esas solicitudes se cursaban por correo electrónico. Por ahora, esa documentación no aparece, lo que indicaría otra vez que las cosas se manejaron con casi total clandestinidad.
Un dato que va en el mismo sentido –ya publicado por este diario– es que los quince participantes de la reunión entraron al banco sin registrarse. Fueron recibidos por personal de Relaciones Institucionales y, por orden superior, no dejaron ni su nombre ni su DNI, lo que es norma para cualquiera que ingrese al edificio.
Y hay otros dos elementos a tener en cuenta. Uno: no hay –ni hubo nunca– cámaras internas en los salones. Dos: en ese salón, bastante informal, se hacían encuentros de la conducción del banco, muchas veces en el marco de un asado. O sea, difícil que los directores del Bapro se grabaran a sí mismos. Todo indica que la estructura de espionaje se colocó especialmente para esa reunión.
Las órdenes, de lo más alto
Lo único que explicaría semejante despliegue para convocar y grabar esa reunión es que la política de espionaje, armar causas y meter presos a opositores era considerada tan decisiva por Macri que rompe con cualquier lógica y antecedente. Eso permitiría entender:
* Que un funcionario menor, como el ministro de Trabajo bonaerense haya estado, junto con Arribas, en el despacho de Macri en Casa Rosada un tiempo antes del encuentro en el Bapro. Seguramente no trataron solo el caso de Juan Pablo Medina, sino también el de los Moyano, Marcelo Balcedo y Roberto Baradel.
* Que en la reunión estuvieran tres altísimos cargos de la AFI -director de Contrainteligencia, director de Jurídicos y jefe de Gabinete-, exponiéndose ante empresarios. No hay antecedentes de semejante movida en la SIDE. Además, está probado que encabezaron la reunión.
* Que no se encuentre documentación sobre el pedido del salón y que los participantes hayan entrado sin registrarse también exhibe que el encuentro fue convocado “desde arriba”.
O sea, todo un aparato de espionaje, acordado con jueces y fiscales y con su correlación mediática, como política tan prioritaria que –según evaluaban– les permitiría encarcelar opositores, tapando al mismo tiempo los tarifazos, el recorte de derechos, el endeudamiento, la fuga de capitales y los negocios con los amigos.
Fuente: (Página 12)