El heredero de Néstor y Cristina, hoy titular del Partido Justicialista de la Provincia bonaerense, desconcierta con su reflexión política desde la Fe y sale a bancar el desborde eclesial-social de un cura villero en La Matanza.
Por Lucas Schaerer
“Si yo no tengo amor, yo nada soy, Señor…si yo no tengo amor, yo nada soy, Señor”. Es el estribillo de la clásica canción cantada por miles de miles, en la más antigua y numerosa organización de occidente, la Iglesia católica, que es expresión en tema musical del “himno al amor”, la primera carta de San Pablo (el gran convertido, que pasó de ser un cazador de cristianos a santo) a los Corintios.
“En nuestra sociedad se puede desarrollar la política y la militancia desde un lugar distinto al que nos proponen los medios de comunicación”, sostuvo Máximo Kirchner durante un acto por el Día de la Memoria, el último 24 de marzo, que quedó registrado en un video más de la política. Sin embargo, con el paso de los días, ese video, esa frase, tomó otra relevancia. Porque cuando Máximo Kirchner cede la palabra aparece a modo de reflexión -más que pregunta-, la voz de una chica con el micrófono en mano, que interpela: “Desde el amor, el respeto”. Convencido, Máximo Kirchner se inclina hacia atrás, se le acerca y le responde: “Como dice la carta a los Corintios, en la Biblia: ‘Sin amor nada vale la pena’”.
La carta a los Corintios es la primera de San Pablo, el gran convertido, que pasó de ser un cazador de cristianos a Santo, y posee tanta fuerza movilizadora que con el tiempo se convirtió en el estribillo de una clásica canción de la Iglesia, cantada por miles de miles de personas alrededor del mundo. San Pablo decía: “Si yo no tengo amor, yo nada soy, Señor…si yo no tengo amor, yo nada soy, Señor”.
Ese es el pensamiento que esgrimió Máximo, con una cita bíblica de por medio, que descolocó a las filas de su propia organización, y un poco más allá. ¿Será por eso que las chicas que estaban a su lado el 24 de marzo no le repreguntan nada sobre su reflexión que une Fe y política?
La historia de conversión continuó una semana después, tras el rechazo del presidente del Partido Justicialista bonaerense al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Por esos días, Máximo Kirchner se acercó al microestadio Papa Francisco, en un predio de la parroquia San José que dirige “El Tano”, como conocen todos desde hace cuatro años en las barriadas de la Matanza a Nicolás Angelotti.
Heredero político de su padre y madre a través de la agrupación La Cámpora, Máximo Kirchner puso el cuerpo a pocos metros de la estación de tren General Villegas, donde las coberturas mediáticas callejeras se regodeaban años atrás de un pueblo con el alma rota, mientras reflejaban la tierra arrasada. No es casualidad hablar de tierra arrasada porque no es el título de una película, sino la más abyecta realidad donde los desechados eran humanos.
En Avenida Crovara, a 150 metros de la vía del tren, Máximo no reconocía el predio que había visitado tan solo un año y medio atrás, en octubre de 2020, en plena cuarentena por Coronavirus. Las obras transformaron lo que era un inmenso terreno alrededor del Polideportivo San José, que en esa época fue un literal hospital de campaña, con camas instaladas para los contagiados de Covid-19 y donde el Ejército cocinaba el guiso en tanquetas que luego distribuía en los barrios, como ollas populares móviles de los militares con soporte eclesial.
Las obras son parte de un convenio del Ministerio de Desarrollo de la Nación y el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la Provincia de Buenos Aires, la Agencia de Administración de los Bienes del Estado y el Obispado de San Justo.
Eduardo García es el obispo que respalda localmente al cura villero Angelotti y a nivel nacional lo pondera Óscar Ojea. Ambos obispos construyeron una estrecha relación con Jorge Mario Bergoglio, cuando era arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina.
El pasado 19 de marzo, día del patrono San José, más de 5.000 matanceros atravesaron a pie el corazón del municipio bonaerense más poblado. Desde Virrey del Pino, kilometro 40.700, hasta el polideportivo San José, en el kilometro 22. Allí estuvo presente para el cierre de la peregrinación que clamó por las tres T (Tierra, Techo y Trabajo), la diputada provincial, Patricia “Colo” Cubría, quién a su vez es esposa de Emilio Pérsico, líder del Evita y funcionario nacional.
La parroquia San José del Padre Tano es una gran misa, palabra que deriva de mesa, donde se abraza un amplio arco político, que va desde Kirchner de La Cámpora, el Movimiento Evita, el actual ministro de Desarrollo Social y ex intendente, Juan Zabaleta, que inauguró hace días la escuela primaria Medalla Milagrosa, y que también recibía a la entonces ministra Carolina Stanley, que ponderaba la tarea de sanación material y espiritual de la comunidad eclesial, que lideran los curas villeros en La Matanza. En ese entonces, eran liderados por el paraguayo Basilicio “Bachi” Britez, fallecido en pandemia.
Las iglesias del conurbano y las villas porteñas, por los curas, monjas y laicos de a pie, y también los militantes de los movimientos populares u organizaciones barriales, fueron trincheras de sanación y hoy son «desborde» eclesial-social. Este concepto teológico el Papa Francisco lo reitera, en varios momentos, en su último libro “Soñemos Juntos”, donde compara el desborde “con los grandes ríos que crecen gradualmente que es casi imperceptible, pero cuando el momento llega, se desbordan y derraman sus aguas”.
En la Matanza se siente a la comunidad organizada que está sanando por todo lo que construye cada día para mejorar su vida.
También los Curas de la Villas con el apoyo de Cáritas desbordan con los Hogares de Cristo, la Federación de la gran Familia Grande, que tiene 200 casas o centros barriales distribuidos en todo el país, muchos de ellos con cooperativas productivas, donde se sanan de las adicciones cientos de personas desde hace 14 años. Este desborde eclesial-social también salió a la luz, a fines de marzo, en la celebración con más de 2.000 personas en el predio de los Hermanos Maristas en la localidad de Luján. Allí celebraron “la vida como viene”, al ritmo de la cumbia en vivo que tocó Jimmy y Su Combo Negro y luego cerraron en una misa con liturgia popular en plena Basílica de Luján.
Las religiosas son otro desborde en la periferia. Ellas sueñan con ser párrocas. Necesitan la aprobación vaticana. No es un debate que quieren imponer en la agenda, ni siquiera lo militan. Pero surge como sueño entre ellas y las comunidades eclesiales donde evangelizan.
En este desborde eclesial-social los sectores políticos locales miran con cierto recelo y otros directamente los ignoran, no ponderan la gesta de una comunidad que se organiza con más potencia en plena pandemia para dar de comer a miles con gratuidad, a través de ollas, comedores y merenderos.
“Los samaritanos colectivos”, como los llama el Papa Francisco, aún no están unidos. A veces lo eclesial los mete muy puertas adentro. Por otro lado, las organizaciones populares se lo comen el internismo político. Muchas veces en ambos, eclesiales y sociales, no encuentran espacios de reflexión y crece la división. La solidaridad que brindaron y le pusieron el pecho cuando la gran mayoría se encerraba por el coronavirus los unió como nunca a los samaritanos colectivos. Ahora existe cierto subrepticio debate si los movimiento eclesiales, sindicales, sociales y políticos pueden unidos transformarse en la herramienta para la dignidad de los nadies.
La guía estratégica de los samaritanos colectivos es la encíclica papal «Fratelli Tutti» (Hermanos todos). «Allí se marca bien claro el principio de subsidiariedad y solidaridad del Estado con las comunidades, así laburamos», aseveró Gustavo García, laico todoterreno en la comunidad de la Parroquia San José.
«De crisis como esta podemos salir mejores o peores, nunca iguales. Podemos salir mejor. Podemos sanar esta civilización. Lo haremos desde las periferias con la solidaridad de todos y la ayuda de Dios”, viene repitiendo y clamando el primer Papa nacido y formado al fin del mundo. ¿Llegó el verdadero momento de hacer lío?