Vivir, desarrollarse, concretar proyectos, ser felices; fueron algunos de los paradigmas que nuestra generación soñó. Así, un día salimos al mundo y a fuerza de reconocerlo, lo hicimos con un pensamiento tal vez demasiado idealista, visto con el lente de la mirada actual.

(Puente rojo – une la periferia con el casco urbano de la ciudad)

Por Ramón Belén López

El tiempo fue pasando y la sociedad fue cambiando. No sabemos cómo ni cuándo, pero un día la modernidad alteró los tiempos. Lo que era firme, tambaleó y lo que era sólido, se licuó. Para bien o para mal, con nosotros allí, en el medio.

Las sucesivas crisis sociales hicieron sufrir el fracaso en tiempo real, pero lo peor, es que nos empujaron a un individualismo egoísta, en un intento salvaje de supervivencia. Los lazos se rompieron. La palabra deterioró su valor, las instituciones intermedias crujieron y los proyectos del conjunto se desdibujaron en una agonía lenta.

La vida nos pasó por encima, pero, igual “ahí vamos, tirando”. Algunas cosas pudimos, otras quedaron en el camino y así, sin darnos cuenta, llegamos a este presente donde avizoramos un común denominador que nos atraviesa. La “incertidumbre”. Sensación que se palpa en el ambiente, en cada conversación de cualquier vericueto social y que impacta de diferentes modos según como cada uno la procesa y enfrenta.

Estamos agotados, irritados, al límite (“no doy más doctor”), esperando con un pensamiento casi mágico, que algo suceda para sacarnos de este laberinto emocional en que nos encontramos dando vueltas sin salida.

El problema que conlleva esta situación es que muchas veces nos “paraliza” socialmente. Pero hay algo que no podemos obviar. Es el pensar en esas generaciones que vienen detrás, no solo de nuestros hijos o nietos, sino también, de esa niña sentada en un banco de alguna escuela, de ese adolescente caminando por alguna calle del pueblo o de esa joven buscando un futuro donde desarrollarse en una sociedad con pocas oportunidades.

¿Qué vamos a hacer por esta sociedad local en donde ellos transitan? En todo este desbarajuste, mientras tratamos de mantener el equilibrio en la delgada línea de la cordura, ya no pedimos mucho más desde lo personal. A esta altura de nuestras vidas, lo que está, está y lo que no, ya fué. Pero desde lo social, desde lo comunitario.

¿Seremos meros espectadores de las políticas públicas? ¿no vamos a comprometernos desde lo ciudadano? ¿miramos para otro lado, esperando que otros lo resuelvan? Urge reconstruir el tejido social que contenga al conjunto. No podemos resignarnos a estar divididos y enfrentados. Necesitamos proyectos en común por el cual luchar. Nuestra gurisada es el futuro. Hay mucho por hacer. Por ellos… seguimos.

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