Aunque pudieses congelar el dólar oficial, mientras los agentes económicos puedan seguir subiendo los precios, y alguien vaya y los convalide, o sea que vaya y compre a ese precio, vamos a convivir con altas tasas de inflación. La contracara, que sería contraer la demanda sabemos que significa menos consumo popular.
Por eso que desde la política debemos trabajar para que aumente la oferta, debemos crecer por consumo, sí, pero también por inversión, y que esto último no sea una forma encubierta de ahorro dado que la moneda no preserva el valor y que las tasas son negativas. Cuando hagamos eso, recién ahí el costo marginal va a ser más bajo que remarcar, ya que esto último representaría efectivamente una caída real en los beneficios. Para eso hay que generar condiciones, que de tan repetidas parecen verdades de Perogrullo, pero no por eso menos ciertas: estabilidad, rentabilidad y posibilidades de reconversión de las actividades económicas cuando quienes las lleven adelante así lo crean conveniente, en otras palabras, menos trabas.
Precios y Salarios.
Entonces, podés reclamar un decreto que establezca un complemento de suma fija, o incluso indexar los salarios, pero vas a correr los precios siempre desde atrás. Lo único que haces con eso es subir el precio de equilibrio.
Con dos agravantes: esa carrera por posicionamiento sólo la pueden seguir los grandes, que además son los únicos que participan de los programas de precios, por lo tanto vas reduciendo la oferta y agravando el problema. Para colmo de males, seguir exigiéndole al sector público que no tenga en cuenta ninguna restricción presupuestaria, o sea que aumente el déficit, obliga al Estado a buscar financiamiento extra, y en todos los casos terminas agravando el problema original.
La única la forma de que cierren los números fiscales si haces eso, es con inflación y atraso en el gasto, pero justamente es lo que tratas de evitar. La economía ajusta por precio o por cantidad, ahí no hay relato. Patear la pelota, y proponerles a quienes financian el gasto público que hagan carry trade, se vuelve insostenible, de hecho, ya no podés atrasar el tipo de cambio, ya que más temprano que tarde la brecha se te escapa, y con ella los precios. Y cada día se hace más difícil o caro poder convencerlos. Todo ello sin mencionar, que al hacer eso, el sector público termina absorbiendo todo el crédito, y que con una brecha tan grande la transferencia del sector exportador al importador, no tiene precedentes.
Macroeconomía.
Hay que ordenar la macro, no queda otra. No existe decreto mágico que soluciones los problemas de una “economía sobre expandida y endeudada” (1). Habrá que ir desarmando la bola de nieve, los pasivos remunerados del BCRA, que hoy representan dos veces la base monetaria y están en promedio atados a una tasa efectiva anual de más del 100%.
Tal vez las correcciones graduales no generen expectativas deflaciónarias, cierto, sobre todo con algunos precios de la economía que se saben atrasados (energía, dólar, etc), por eso un plan estabilizador no suena tan mal en un primer momento para frenar expectativas, pero después si o si tenés que ordenar.
Y no importa si hacer eso es congruente con el plan del FMI, de la Cepal, de la CEMA, de la Cifra, de la Fundación Mediterránea y la mar en coche, hay que hacerlo por más que no tenga épica, sea difícil de explicar, y te obligue a salir del discurso de héroes y traidores, de tibios y valientes, y otras yerbas. Si se intenta un plan de estabilización, con correcciones previas en algunos precios relativos, es fundamental tener presente que hizo que el Plan Austral funcionase durante un tiempo y que hizo luego que fracasara. Gran parte del boicot al Plan Austral provino del “carácter fragmentado de la estructura del aparato estatal, detrás de las que se fueron acumulando resistencias a la disciplina fiscal” (2).
Perspectivas.
Para finalizar resulta oportuno recordar lo que decía hace unos años atrás, Antohny Giddens, el gran pensador del reformismo contemporáneo: “cada partido de centro-izquierda que llega al poder está condenado a decepcionar, probablemente más que los gobiernos de derecha, ya que la izquierda aspira más definitivamente a remodelar la sociedad. Es un fenómeno que se encuentra en todo el mundo en los países democráticos. Una vez en la rutina del día a día del gobierno, los antiguos partidarios de la izquierda se apresurarán a decir que el partido carece de dirección, o que ha traicionado sus valores, o que sus políticas no son lo suficientemente radicales, o las tres cosas a la vez. El gobierno de Attlee de 1945 es recordado con cariño por muchos activistas como el más radical y consumado de todos los regímenes laboristas. Sin embargo, en ese momento fue denunciado a gritos por su timidez y su falta de propósito” (3).
- “Tiempo Perdido”, Marina Dal Poggeto y Daniel Kerner
- “Diario de una Temporada en el Quinto Piso”, Juan Carlos Torre.
- “Ten Years of New Labour”, Antohny Giddens.
Fuente: (dos florines)