La competencia desaforada entre Bullrich y Milei para ver quién ajusta más, quién despide más, quién privatiza YPF y las jubilaciones o quién le pegará más fuerte a los piqueteros, pone a Massa como el único candidato, de los mejor posicionados, que no quiere la violencia.
Por Luis Bruschtein
La defensa de Mauricio Macri equiparó a los marginales violentos vinculados al PRO que intentaron asesinar a Cristina Kirchner, con los familiares de las víctimas del ARA San Juan. “Si los hubieran espiado como nosotros espiamos a las familias de los marinos”, se habría evitado el intento de magnicidio. No fueron esas palabras exactas, pero fue la esencia del argumento. Al cumplirse un año del atentado, el país que acunó ese rebrote de violencia política tiene a Patricia Bullrich y a Javier Milei como candidatos presidenciales con discursos igual de violentos a los que patrocinaron el disparo fallido en la cabeza de la expresidenta.
“Dinamitar”, “desaparecer”, “acabar”, “destruir” son los verbos favoritos de estos dos candidatos presidenciales con posibilidades de ganar. La imagen símbolo de Milei es su cara rabiosa con una motosierra en las manos. La película es de terror. Estos saben que nadie se dejará arrasar por la motosierra, nadie lo hará sin oponer resistencia. Discursos violentos que propician un país violento.
El juez Julián Ercolini, involucrado en la creación de pruebas falsas para encubrir el viaje que él y otros jueces hicieron a Lago Escondido invitados por Clarín, ignoró dos peritajes forenses realizados en el momento del hecho y con el cuerpo de Alberto Nisman y validó otro que se hizo dos años después y con fotografías, porque era el único que les servía para convertir el suicidio del fiscal en un falso crimen.
La hipocresía y la mentira de aquellas movilizaciones contra ese falso crimen quedaron expuestas con la actitud displicente de esos mismos sectores ante el intento de asesinato de la vicepresidenta y expresidenta. Como antes convirtieron un suicidio en asesinato, ahora convierten un intento de magnicidio político en el acto inocuo de loquitos sueltos. El argumento insultante de la defensa de Macri fue presentado en la causa por espionaje a los familiares de los tripulantes del submarino naufragado. El juez lo sobreseyó porque, según concluyó, los pacíficos familiares fueron espiados para “preservar la seguridad” de Macri que nunca había estado amenazada por ellos.
Bullrich y Milei confluyen con la crispación animal de los medios corporativos en una cosmogonía de la violencia. El país del que se salió en diciembre de 1983 se llamaba Violencia. Y el que quieren estos candidatos tiene la marca de las dictaduras aunque se disfrace de democrático. Es una marca con miles de muertos y desaparecidos y heridas que todavía están abiertas.
De los tres candidatos con posibilidades de ganar, el único que no promete un país violento es Sergio Massa. Bullrich con su exaltación de la mano dura y de justicia por mano propia, y Milei con su violencia personal, al borde del estallido, no conciben a la violencia como un problema para resolver o superar, sino como el pegamento que aglutina y sostiene a la cúspide del orden que ellos pretenden implantar. Sus propuestas de ajuste vienen de la mano de la represión. Plantean desbaratar desde Aerolíneas hasta las jubilaciones estatales y compiten en cual hará el ajuste más destructivo. Y la regla es: cuanto más ajuste, más represión.
No hay moderación en ninguno de los dos candidatos. Bullrich dice que “ya no hay espacio para moderados o los cambios progresivos” y Milei se ufana porque el ajuste que hará “irá más a fondo del que pide el FMI”. El congelamiento abrupto de la economía que provocarán esas medidas implicará caída del consumo y cierre de fábricas. El que gana poco, dejará de ganarlo. Los trolls dirán que esta enumeración es terrorista. Pero no es lo que dicen sus adversarios para aterrorizar, sino lo que ellos mismos prometen públicamente. Y es mentira de troll prometer que esas medidas le mejorarán la vida a la gente.
Con Bullrich y Milei, el país deriva en una inercia narcótica, atontada, hacia una espiral de violencia y autoritarismo. Algunos se tranquilizan, piensan que algo así no puede suceder porque no tendrán a su favor el Congreso o porque es pura actuación electoral. Creer que los dos candidatos que se disputan el podio de la derecha ultraconservadora no harán lo que prometen es abrirles la puerta. Cerrar los ojos es abrirles la puerta al país nefasto de la revista Gente con sus notas empalagosas a los genocidas.
Los periodistas de Gente presentaban al dictador Jorge Rafael Videla como un jefe de familia amoroso y a Leopoldo Fortunato Galtieri como un general majestuoso. Era el mundo que muchos querían ver para tapar la realidad, donde Videla y Galtieri eran verdugos con sus motosierras llenas de sangre de argentinos.
Los amigos de Videla y Galtieri vienen en las listas de Bullrich y Milei. Es mucho más que una elección entre peronistas y antiperonistas. Los dos candidatos de la derecha “están más loquitos que Bolsonaro” concluyó Lula cuando le tradujeron los discursos de estos personajes. Se trata de una encrucijada. El atentado a Cristina Kirchner forma parte de ese universo. Sectores del radicalismo, como Ricardo Alfonsin llamaron a votar a Massa y Freddy Storani llamó a votar a Leandro Santoro en CABA. La situación de riesgo es real, no es una exageración.
El resultado de las PASO creó desconcierto en todas las fuerzas que participaron en el comicio. El único que salió con los tapones de punta fue Milei. Bullrich vio que perdía la torta que ya estaba comiendo. Y Massa tuvo que lidiar en el Fondo Monetario con un plantel técnico que patea en su contra. El equipo que cedió a Macri el préstamo más absurdo por impagable, fue reemplazado por otro que juega de la misma forma. Después de una dura pulseada, el Fondo bajó su condicionamiento de máxima de una devaluación del ciento por ciento, al 22 por ciento. Una victoria pírrica: logró una concesión importante, pero que rebotó en los precios y llevó la inflación mensual a dos dígitos.
Si la parálisis en Unión por la Patria fue notoria tras el resultado de las PASO, la devaluación acentuó la inmovilidad. En todo ese tiempo hubo voces dentro de la fuerza que criticaron la soledad en la que estaba Massa. Hubo críticas a los gobernadores, al gremialismo y a las agrupaciones políticas. Las críticas eran ciertas. Era difícil militar un candidato en esa devaluación.
Las medidas con sentido distributivo que anunció Massa después cambiaron el clima. Por lo menos para la militancia y los dirigentes de Unión por la Patria. Los movimientos sociales anunciaron actos por distrito, timbreos y visitas puerta a puerta en los barrios, los gremios hacen su propia campaña, igual que los gobernadores e intendentes. La maquinaria popular de Unión por la Patria se puso en movimiento. Empujado por el escenario de espanto que proponen Milei y Bullrich, el debate interno, los cuestionamientos a los candidatos y las peleas quedaron relegados.
El acto del domingo en Parque Rivadavia, donde participaron mayoritariamente jóvenes, fue una señal fuerte. Una primera señal que no provino de los agrupamientos organizados, sino de vecinos “preocupados o desesperanzados”. Ofelia Fernández, María Bielli y Lucía Cámpora fueron las oradoras. El acto fue masivo. Una multitud de jóvenes de los que votarán por primera vez o los que votaron sólo en la anterior, que escuchaban en silencio y con atención.
Las oradoras exhortaron a militar contra Milei y Bullrich, los candidatos de la derecha. Lucía Cámpora indicó que los que estaban mejor posicionados para eso, eran los de Unión por la Patria. Y Ofelia Fernández los convocó a no salir a la defensiva, sino a la ofensiva, sin miedo, a exigir un país mejor y a no firmar un cheque en blanco y marcarle la cancha a los candidatos.
Fuente: (Página 12)