Moksha –que significa libertad interior– es el nombre de un proyecto iniciado en 2015 por Isabel Aldao y Victoria Zimmerman, que lleva el yoga a la cárcel, tanto para mejorar la calidad de vida de los internos como para facilitar después su reinserción.


En la Unidad Penitenciaria de San Martín, provincia de Buenos Aires, casi todos los pabellones de las unidades 47 y 48 reciben su clase semanal gracias a instructores voluntarios.


Es posible observar rápidamente cómo el yoga les ayuda a relajar sus cuerpos y sobre todo la mente, a otorgar concentración, calma y entrega en la tarea, así como la actividad ayuda a la cohesión grupal.

Es un programa que se dedica a facilitar herramientas de crecimiento personal que generan cambios de hábitos en personas privadas de libertad (PPL) y funcionarios/as, promoviendo actividades incluyentes y de convivencia para todos los actores involucrados en la vida de un reclusorio.

Se concreta un grupo con continuidad en la práctica,  con un compromiso sostenido que impacta en el  bienestar generalizado de cada participante y en su vida cotidiana. Surgen instancias de reflexión personal y grupal que generan cambios de hábitos, tanto en la higiene como en sus intereses. 

Comienzan a estudiar y/o trabajar, explorando otras  formas de resolver sus conflictos de manera más amigable. Restablecen vínculos. Mejoran aspectos como la tolerancia, voluntad y actitud que impactan en el manejo de la frustración, la agresividad, ansiedad, etc. Se construye un grupo de pertenencia en el que van confiando y sincerandose, aprendiendo la escucha, límites, empatía, trabajo en equipo. Estos cambios son palpables dentro y fuera del establecimiento, mejorando la convivencia institucional y familiar. 

En 2022 el proyecto sumó el instructorado de yoga, o sea, la posibilidad de ser profesores, así como utilizar esta herramienta fuera del penal una vez que estén en libertad.

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