El brutal asesinato de un chofer fue utilizado por la derecha para reforzar la estigmatización de quienes viven en el partido. Pasado y presente de la «quinta provincia».
El brutal asesinato de un chofer de colectivos en Virrey del Pino, rodeado de extrañas circunstancias, fue inmediatamente explotado por los medios de comunicación y la derecha política y aportó nuevos argumentos para la estigmatización de quienes habitan el partido de La Matanza, el distrito más extenso que limita con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y el más poblado, con más de 1.800.000 habitantes según el censo de 2022.
Las razones de esta aversión radican en la existencia en el municipio de unos 115 barrios populares a cuyos moradores se atribuye la propensión al delito, a pesar de que las estadísticas indican que el índice de criminalidad es menor al de algunas zonas de la CABA, pero sobre todo a la terca adhesión al peronismo de la mayoría de los pobladores, a los que se sindica como «planeros», una palabreja con la que se intenta quitarles entidad política y social.
La «quinta provincia», como suele denominársela, alberga una numerosa cantidad de inmigrantes latinoamericanos –otro motivo para reforzar la discriminación– y combina zonas rurales con potentes ciudades de importante desarrollo industrial y comercial como San Justo y Ramos Mejía, conglomerados como Laferrere, Isidro Casanova, Virrey del Pino, González Catán y «los kilómetros», como se identifica a quienes viven más allá del 35 de la ruta 3, que están reconvirtiéndose de villas de emergencia en barrios, merced al esfuerzo de sus habitantes.
Los historiadores no logran ponerse de acuerdo en cuanto al origen del nombre del partido. Unos lo atribuyen a la matanza de indígenas ordenada por Pedro de Mendoza en 1536, otros lo refieren al escarmiento contra los pueblos originarios (en general querandíes) promovido por Juan de Garay entre 1580 y 1583. No faltan los que lo sitúan en la matanza de ganado alzado en el territorio que hoy ocupa. Las divisiones territoriales en tiempos de la colonización española fueron los «pagos», extensiones de tierra de límites imprecisos que se fueron concediendo y posibilitaron el crecimiento de la campaña. La Alcaldía del Pago de La Matanza fue definitivamente autorizada por el virrey Pedro de Cevallos el 31 de diciembre de 1777. Las antiguas instituciones coloniales dejarían de existir en 1821, cuando el gobernador Martín Rodríguez estableció la supresión de los cabildos y la instauración de los juzgados de paz.
La Matanza fue también escenario de las luchas entre unitarios y federales en las que se involucraron el general Juan Galo Lavalle, Juan Manuel de Rosas y Manuel Dorrego, gobernador y encargado de Relaciones Exteriores derrocado y posteriormente fusilado por Lavalle.
En 1854, Buenos Aires se escindió de la Confederación y cesó la omnipotencia de los jueces de paz, principal autoridad política de los partidos bonaerenses, creándose municipalidades regidas por un juez de paz y cuatro propietarios vecinos del distrito. La cabecera de La Matanza fue ubicada en tierras cedidas por los herederos de Justo Villegas para el centro cívico, plaza, edificio municipal, parroquia, escuela y cementerio, en lo que hoy es San Justo.
Estancamiento en dictadura
Ya en la tercera década del siglo XX, el partido tenía 136 establecimientos industriales con 1.190 trabajadores registrados. En 1947 la cantidad se había triplicado y el Censo Industrial de 1954 registraba 1.638. Los grandes loteos de la década del 60 que planteaban la posibilidad del pago en cuotas, contribuyeron a paliar la escasez de viviendas y al incremento de casillas precarias que paulatinamente, ladrillo a ladrillo, se fueron transformando, aunque carecían de servicios básicos como agua corriente, cloacas y hasta electricidad.
En los años 70 comenzó a verificarse un estancamiento que se profundizaría con el advenimiento de la dictadura cívico-militar.
En distintos puntos del partido se produjeron ocupaciones de tierras que fueron brutalmente reprimidas. Por entonces la población orillaba el millón de personas y los operativos militares aterrorizaban a los vecinos, con un saldo de centenares de desaparecidos entre activistas sindicales, fomentistas, catequistas y militantes de diversas ideologías.
La comisaría de Villa Insuperable fue sede de un centro clandestino de detención conocido como «El Sheraton» y se estima que en el cementerio de Villegas fueron depositados centenares de cadáveres. El equipo de Antropología Forense trabajó allí durante los años 2006 y 2007.
Los 80 y los 90 arrojaron a la pobreza y la indigencia a centenares de miles de personas, víctimas de las políticas neoliberales impulsadas por el Consenso de Washington y el Fondo Monetario Internacional, profundizando las carencias que venían sufriendo los vecinos.
Hoy, en La Matanza, conviven los lujosos barrios residenciales de Ramos Mejía con la pobreza extrema de «los kilómetros», la alta tecnología industrial con los pequeños talleres, en una mixtura que visibiliza la inequidad. Pero si de algo se sienten orgullosos la mayor parte de los matanceros es de poseer la segunda universidad pública y gratuita más grande de la provincia de Buenos Aires, con 50.000 alumnos que cursan un sinfín de carreras, entre ellas la de Medicina, dotada de los más modernos elementos.