El nombre estaba entre las posibilidades y esta tarde el legislador se reunió con Alberto Fernández y Sergio Massa en Casa Rosada. Se trata de un hombre del exministro Agustín Rossi.
“El Presidente me pidió que me haga cargo de continuar con la enorme tarea que realizó nuestro compañero Máximo Kirchner como presidente del bloque”, fueron las primeras palabras que dijo el diputado Germán Martínez al término de su reunión con el primer mandatario.
Se acercó al Patio de las Palmeras acompañado por el jefe de Gabinete, Juan Manzur y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa quienes sin palabras se retiraron inmediatamente dejando a Martínez con los periodistas acreditados de la Casa Rosada.
“Yo no vengo a reemplazar a nadie, Máximo es irremplazable, vengo aportar mi mirada, mi forma de trabajo de un camino que no empezó conmigo y que no va a terminar conmigo”, enfatizó Martínez.
Para solucionar las posibles diferencias dentro del propio bloque oficialistas sobre el acuerdo con el FMI, el diputado se propone: “hablar mucho, escuchar mucho, persuadir, conversar, analizar, aportar y me parece que es ese el camino”.
Previamente había señalado que confía “en el camino que trazó el presidente con el acuerdo anunciado el día viernes junto al ministro de Economía, Martin Guzmán”.
Claramente la elección del diputado German Martínez muestra la intención de componer y acercar posiciones. En todo momento, el diputado se manifestó entusiasta admirador de Máximo al que consideró que “está llamado a ser un protagonista en los próximos años de la política argentina”.
Candidato firme
La elección del diputado German Martínez como presidente del bloque del Frente de Todos fue desde el principio uno de los candidatos más firmes. Es representante de la provincia de Santa Fe y mantiene un estrecho vínculo con Agustín Rossi.
La elección fue meditada y discutida por el presidente Alberto Fernández, con el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, Cristina Fernández de Kirchner.
La designación de todas maneras no acalló las críticas por lo bajo que provocó la intempestiva renuncia de Máximo Kirchner. “No se renuncia a un puesto de esa envergadura”, sintetiza el pensamiento en la Casa Rosada.
En los pasillos de la Casa Rosada, se escuchan las palabras “responsabilidad institucional”, “somos gobierno no oposición” otros critican el timming para dejar de ser presidente del bloque “ni un día duró el efecto del anuncio”.
También comenzaron las especulaciones respecto a que la decisión de Máximo obedece a retener el “núcleo duro” o que, con la decisión se busca “debilitar al Albertismo”.
Lo cierto es que la renuncia de Máximo como jefe de bloque provoco miles de reuniones y llamados telefónicos tanto en Olivos como la Casa Rosada.
Los rumores también estuvieron a la orden del día “que se anulará la Ley que establece enviar el acuerdo al Congreso”, “que varios diputados imitarán a Máximo” que “Cristina también se pronunciará en contra en el Senado”, entre otros pronósticos agoreros.
La inquietud llegó también a los mercados, los principales títulos perdieron hasta 3%, y el riesgo país subió a 1.727 puntos. En tanto, en los Estados Unidos. Es que, muchos creen que aun suponiendo que se logre aprobar el acuerdo en el Congreso (tarea que no será para nada fácil) ponen en duda la viabilidad política del cumplimiento. “Cuanto tiempo se tardará antes que Argentina necesite un waiwer (perdón) del FMI”, se preguntan en Washington.
Pero antes de llegar a esta instancia el acuerdo, es decir la carta de intención debe ser aprobada por el Parlamento para luego recién ser enviada al Directorio del FMI.
En este punto, la otra especulación en los pasillos de la Rosada fue cuántos diputados seguirán los pasos de Máximo y rechazarán el acuerdo. Algunos hablan que podrían ser muchos, pero otros creen que “una bajada de línea de Cristina” contendrá la eventual diáspora.
Quien no la tendrá nada fácil es Sergio Massa, un actor que intento ser un puente permanente entre la Casa Rosada y Máximo, quién limó asperezas de un lado y del otro. Pero, la tensión siguió latente y el FMI fue la gota que rebalso el vaso.
Massa intentó en todo momento mantener la calma para contribuir a poner orden, comentan sus allegados, “está enfrascado en trabajar por la unidad del Frente de Todos”, aseveran y también en “consolidar el acuerdo con el FMI”. Y, mantiene encuentros no solo con Alberto, Máximo, y Cristina, sino también con numerosos dirigentes.
El malo de la película
El FMI siempre ha sido una herramienta discursiva para diferenciar a los que “defienden los derechos del pueblo” versus lo que buscan “someterlo”. En Argentina, en particular, el organismo multilateral es sinónimo de “ajuste”, “de suba de tarifas”, “de privatizaciones”, de “reformas laborales y previsionales”, entre otras desgracias.
Para los políticos que, en líneas generales, prefieren un Estado fuerte, controlador y, que en materia del gasto sea expansivo, el FMI es quien los obliga a abandonar estas prácticas.
Justamente el ex presidente Néstor Kirchner acusaba al FMI de no dejarnos crecer y fue una importante galardón de su gobierno el haber cancelado toda la deuda con el organismo –unos 9.800 millones de dólares- como asimismo no permitir que se lleve a cabo la revisión macroeconómica del articulo IV.
“Esta deuda ha sido constante vehículo de intromisiones, porque está sujeta a revisiones periódicas y ha sido fuente de exigencias y más exigencias, que resultan contradictorias entre sí y opuestas al objetivo del crecimiento sustentable. Además, desnaturalizado como está en sus fines el Fondo Monetario Internacional ha actuado, respecto de nuestro país, como promotor y vehículo de políticas que provocaron pobreza y dolor en el pueblo argentino, de la mano de gobiernos que eran proclamados alumnos ejemplares del ajuste permanente. Nuestro pueblo lo corrobora” dijo Nestor Kirchner en esa oportunidad en el Salón Blanco de la Casa Rosada.
Palabras que seguramente su hijo Máximo debe recordar, pero así también otros militantes K.
Es que el FMI siempre sirvió de “chivo expiatorio” para todos los males a los cuales los gobiernos deben someter al pueblo. “No es culpa nuestra, es culpa de las exigencias del Fondo”.
Y, paradójicamente Alberto Fernández, quien en ese momento era jefe de gabinete, aplaudía convencido de la decisión presidencial.
Seguramente no le debe ser fácil al presidente tener hoy que defender la necesidad de acordar con el Fondo lo que lo lleva a distanciarse de Máximo. Pero, la necesidad tiene cara de hereje y la otra alternativa, el default, conlleva un daño aún mayor para la Argentina.
Fuente: (Ámbito)