Rescates, citas, versiones y algunos temas inéditos se entrecruzan en La lógica del escorpión, el flamante trabajo del mayor artista vivo de la música argentina.
Por Mariano del Mazo
Ni el disco de un rey desnudo, ni obra maestra. La lógica del escorpión es el canto del cisne del mayor artista vivo de la música argentina, un material hecho de retazos de una genialidad que alcanzó niveles insuperables entre los primeros años 70 y mediados de los 90.
Acción pudo escuchar el disco en exclusiva, en un salón del barrio de Chacarita, junto a un grupo variopinto de periodistas. El lanzamiento es el miércoles 11: no es una fecha elegida al azar, es el Día del Maestro. En el medio del salón, exhibido como una joya, se podía ver el vinilo abierto diseñado por Renata Schussheim. Ese vinilo ya tiene una preventa agotada de 7.000 unidades numeradas y certificadas para coleccionistas. Luego saldrá una versión más económica y también el álbum en formato de CD.
A la hora señalada, en un ambiente contiguo, la gente se desparramó en sillones dispuesta a escuchar. Había algo ritual en la disposición espacial, como si se tratara de una misa pagana. A partir del Play, el misterio fue desapareciendo, pero el carácter ceremonial no se disipó.
Al fin y al cabo, se estaba escuchando un nuevo trabajo de Charly que venía siendo anunciado desde 2021, año en que comenzó a grabarse por pericia de Matías Sznaider, en el estudio Happy Together en Caballito. Terminó siendo masterizado por Ted Jensen en el Sterling Sound de Nashville. Y suena bien, muy bien.
Hay rescates, citas y versiones, y algún que otro tema nuevo. Un collage de épocas y descartes en tiempos de IA. Abre con «Rompela», que figuraba en inglés en el álbum maldito Kill Gill. Un rock adhesivo que ya muestra, con una honestidad destacable, los problemas de dicción del canto actual de Charly. La banda en la que se apoya el disco está sostenida por Fernando Kabusacki en guitarras y Fernando Samalea en batería, más los coros alternativos de Rosario Ortega e Hilda Lizarazu. Son todos parte del entorno musical más leal de Charly.
Lo mismo ocurre con los invitados: David Lebón, Pedro Aznar, Fito Páez y hasta una espectral voz de Luis Alberto Spinetta para hacer, «juntos», una emocionante y procesada versión de «La pelícana y el androide». El tema era parte del disco que iban a hacer a mediados de los 80 los más grandes creadores del rock argentino, que quedó trunco por un accidente doméstico. Finalmente, Spinetta lo grabó para su disco Privé, de 1987.
Fábula conocida
En La lógica del escorpión hay puntos altos y temas intrascendentes (¿era necesario volver a «Juan Represión», una canción menor, coyuntural de Sui Generis?). «El club de los 27» es un blues hecho y derecho con un solo de guitarra prototípico de Lebón; «La medicina N° 9» es un funk con una apelación al «number nine, number nine» lennoniano. John Lennon vuelve a aparecer en la buena versión en castellano de «Whatching the Wheels». Le cae pintado: ya había versionado este tema que originalmente salió en el último disco de Lennon, Double Fantasy. Por muchos motivos, a García siempre le gustó verse en el espejo de John. «Te recuerdo invierno» es otra canción rescatada de los años adolescentes, que había sido publicada como parte del proyecto Cassandra Lange.
«América», interpretada con Pedro Aznar, es un gran momento del álbum. Huele a Tango 4 y exhibe cómo siempre se han acoplado bien sus voces. «Autofemicidio» es un rock bien sucio y «Estrellas al caer» contiene un autohomenaje con citas de «Chipi chipi». El final es bien arriba, con el cover de la canción de The Byrds, «So You Want To Be a Rock’n Roll Star», título que en su versión en castellano realizada junto a Fito Páez fue apocopado a «Rock and Roll Star».
En el medio, luego de «Watching the Wheels», con otra cita autocelebratoria –en este caso, el piano de «20 trajes verdes», el tema de Serú Girán que a su vez es un homenaje a Satie–, Charly narra la fábula de la que extrajo el título del disco. Es conocida: un escorpión le pide a una rana si puede montarse en ella para cruzar el río. La rana le dice que no, porque seguramente va a ser picada por su aguijón. El escorpión le replica: «No seas tonta: si te pico, nos ahogamos los dos». La rana lo piensa. Es un razonamiento válido: es la lógica del escorpión. Accede, y cuando están cruzando, ya en el medio del río, el escorpión pica a la rana. Se empiezan a hundir.
«¿Qué hiciste? Ahora nos ahogamos los dos», reacciona la rana. «Lo sé rana, pero no pude evitarlo. Es mi naturaleza».
Casi todos los discos de Charly –sobre todo en las últimas tres décadas– están precedidos de conceptos. La lógica del escorpión sigue esa huella. ¿Qué puede hacer el artista, aún crepuscular, sino juntarse con amigos, pensar arreglos, idear tapas, sacarse fotos de promoción, crear música? Es su naturaleza. Alguna vez Spinetta escribió, pensando en Castaneda, que «un guerrero no detiene jamás su marcha», en la canción «Dale gracias». Escuchar a Charly García modelo 2024 es una invitación a la relajación, al disfrute sin melancolía, a no cometer la tontería de compararlo con su período de oro, a bajar la guardia y decir, otra vez: «Nos dio todo». Entonces, como la canción: dale gracias.