Julio 2022: nuestro país registra el índice de inflación más alto de las últimas tres décadas. Los argentinos no podemos hablar de otra cosa. Mientras el INDEC medía variables técnicas, el proyecto Ciencias Sociales en Tiempo Real realizado entre la EIDAES y el programa PASCAL de la UNSAM investigó cómo los aumentos de precios impactan en la vida cotidiana, en el humor social, la perspectiva del futuro y hasta en los vínculos, y de qué manera condicionan la nueva gestión del Ministerio de Economía y la lealtad del electorado oficialista.

Por: Ariel Wilkis, Esteban Foulkes

Arte: Federico Lenci

El INDEC acaba de publicar la tasa de inflación de julio. Como anunciaban los analistas, es la más alta de las últimas tres décadas y empuja la proyección anual más cerca del 100%. En las últimas semanas, las turbulencias políticas y cambiarias, los nuevos nombramientos en la jefatura del Ministerio de Economía y las corridas contra el peso alimentaron una suba de precios récord en un 2022 que se estimaba de los peores de las últimas décadas. 

Los análisis hacen hincapié en los desafíos de la gestión de Massa frente a una macro-economía debilitada por la falta de divisas, en un déficit fiscal obligado a ser recortado por los compromisos con el FMI y en una inflación de valores alarmantes. La misma atención se le presta al camino lleno de piedras que supone comandar el quinto piso del Palacio de Hacienda cuando la alianza de gobierno ha devorado acuerdos y autoridades. 

Mientras tanto, el proceso inflacionario formatea experiencias, humores y consensos sociales que también condicionan la nueva gestión económica, la cooperación al interior de la alianza de gobierno y el rumbo a tomar. Por eso, al mismo tiempo que el INDEC medía las variaciones de precios de bienes y servicios, la serie de estudios Ciencias Sociales en Tiempo Real (proyecto compartido entre la EIDAES y el programa PASCAL de la UNSAM)  realizó una encuesta de 800 casos en el AMBA para indagar sobre su impacto en la vida cotidiana. 

El ajuste en las economías familiares, la desorganización de la vida diaria y el temor al desclasamiento gobiernan de manera transversal la experiencia y el humor social frente a la inflación. En términos de demanda política se traduce en dos tendencias: un consenso social anti-inflacionario de corte fiscalista instalado entre votantes opositores al gobierno del FDT avanza sobre su propio electorado. Al mismo tiempo, el núcleo más leal de los votantes del oficialismo adhieren a un consenso social anti-inflacionario de corte distribucionista. Los primeros días de Massa frente al Ministerio de Economía transcurren buscando la fórmula mágica que resuelva la cuadratura del círculo en que se ha convertido la base social del FDT en el contexto de alta inflación.

La vida cotidiana de la inflación

Del chango a la cama

La inflación se refuerza como proceso que impacta en los bolsillos, en el orden cotidiano, en el tiempo dedicado a los vínculos y en las relaciones afectivas. La inestabilidad y el desajuste constante de la relación ingresos-gastos generan desorden: el 78,6% siente que es muy difícil organizarse con los gastos diarios y el 70,7% admite tener que dedicar más tiempo que antes a la búsqueda de precios. La omnipresencialidad del fenómeno inflacionario hace que también sea un tópico que altera lo doméstico: el 82,6% siente que se habla mucho en familia sobre los aumentos de precios, 7 de cada 10 personas reconocen que la falta de dinero genera fricciones. En julio de 2022 la preocupación por el futuro de los precios alcanzaba al 83,8% de los argentinos.

Un presente incómodo, un ajuste necesario

El proceso inflacionario hizo que 83% de la población haya tenido que tomar alguna medida de ajuste doméstico que refleja un empeoramiento de sus condiciones de vida. 

Un futuro oscuro

La perspectiva de futuro es poco alentadora: la mayoría tiene incertidumbre sobre lo que va a pasar, pero certeza de su desclasamiento.

Una crisis donde hay más perdedores que ganadores

En un contexto de inflación creciente todos pierden. El tema es quién pierde más. Primero pierden los que ven afectado su poder adquisitivo. Trabajadores y jubilados ven cómo el ritmo del aumento de los precios es mayor y más veloz que los aumentos de los ingresos. Le siguen los más vulnerables: desempleados y jóvenes. Los ganadores, en cambio, se concentran en 2 actores: las empresas extranjeras y la oposición.

Gobernar la inflación
La experiencia inflacionaria es transversal, ¿el consenso y las demandas para combatirla también lo son? Más allá de las adhesiones políticas, la inflación se impone como prioridad para la gestión del gobierno (dejando atrás problemas como la inseguridad, agenda que suele ser prioritaria).
Sin embargo, se distinguen dos modelos de consenso anti-inflacionario: 

Consenso social anti-inflacionario fiscalista
Combinación de altas expectativas negativas sobre el futuro, priorización de la lucha contra la inflación frente a otras agendas del gobierno y definición de las causas de la inflación asociadas a gastos del Estado y la emisión.

Consenso social anti-inflacionario distribucionista
Presenta un menor pesimismo sobre el futuro del país –en comparación con el modelo fiscalista-, prioriza la lucha contra la inflación emparejada con la mejora de los salarios y el empleo, reconoce otras causas para el aumento de precios, como la voracidad empresarial.

Las lealtades políticas presentan afinidades con los dos modelos que toma el consenso anti-inflacionario: mientras que los votantes leales a Juntos por el Cambio expresan la versión fiscalista del consenso, los votantes leales al Frente de Todos explican la versión distribucionista.

Sin embargo, el consenso social anti-inflacionario de corte fiscalista le “come” adherentes al FDT al calor de la experiencia de ajuste, desorden cotidiano y monotematismo que aumentan las expectativas negativas con respecto al futuro. 

Las prioridades de gestión para opositores y fugados del voto FDT se asemejan. Para estos grupos la lucha contra la inflación es aún más prioritaria que otras prioridades de gestión. Para los votantes leales FDT este tema es seguido muy de cerca por la defensa del salario y de los ingresos.   

Las causas fiscales y monetarias crecen en estos dos grupos (opositores y fugados del voto FTD) mientras que las causas asociadas a la puja distributiva (voracidad de las empresas) o el mercado cambiario es más elevada en los votantes leales. 

Los votantes de opciones de izquierda se inclinan por un consenso “anti-inflacionario” distribucionista, mientras que los adherentes a la candidatura de Milei lo hacen por un consenso “anti-inflacionario” fiscalista. Los primeros señalan la prioridad para el gobierno de políticas de defensa de empleo y salario; los segundos se destacan por el pesimismo con el respecto al futuro y el peso de los gastos del Estado en el aumento de la inflación.  

Los votantes de ayer del FDT hoy traducen la experiencia inflacionaria en demandas políticas muy parecidas a los votantes leales y potenciales de Juntos por el Cambio. El distanciamiento con la política oficial empuja a sus anteriores votantes a adherir a un consenso fiscalista alejado del otro consenso donde el distribucionismo, expresado en el lugar dado a la defensa del empleo y el salario, es demanda de agenda del gobierno en el contexto inflacionario. 

La cuadratura del círculo

La lectura en clave de derechización del electorado resuelve muy rápido -en términos interpretativos- el proceso profundo que implica la experiencia de alta inflación en clave de ajuste y desorden y su impacto en una expectativa que achica su horizonte de demanda (cada vez más centrada en la lucha contra la inflación) a medida que el futuro se percibe de manera cada vez más negativa. Al mismo tiempo, pasa muy rápido que las causas del crecimiento del consenso anti inflacionario fiscalista entre ex votantes frentetodistas se encuentran en las expectativas incumplidas por la oferta electoral ganadora en 2019 (mejorar las condiciones de vida deterioradas los dos últimos años del gobierno de Cambiemos).  

El enorme desafío a la gestión de Sergio Massa en el Ministerio de Economía es estabilizar las principales variables macro-económicas como parte de una alianza política que hasta ahora se mostró poco colaborativa para afianzar liderazgos de gestión. Además, frente a un núcleo leal del electorado oficialista que interpreta -y condiciona- sus decisiones desde un consenso anti-inflacionario distribucionista y otro núcleo que abandona su adhesión -por eso también lo condiciona a su manera-, y expresa medidas anti-inflacionaria que pueden corroer el formato político del FDT. 


¿Saldará la gestión massista una solución a la cuadratura del círculo en que devino la base social del FDT que lo llevó a la victoria en 2019? ¿Cambiará la dirección de un proceso que alimenta el crecimiento de un consenso social anti-inflacionario con demandas cada vez más drásticas? Las medidas que se tomen y sus resultados definirán en las próximas semanas las respuestas a estas preguntas.

Fuente: (Revista Anfibia)

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